Desde que mi hijo empezó a corretear la casa hace ya casi un año, siempre ha tenido mucho interés en intentar regar las plantas. Y digo intentar porque el pobre siempre cogía para ello una botellita cerrada, y más que regarlas parecía que estuviera abriéndose paso a través de la selva, de los zarandeos que les daba. Ahora ya se maneja mejor y puede regarlas sin problema. ¿Sin problema? Perdón, sí que hay uno: le encanta. Le encanta verter agua en cualquier sitio y, claro, si ve que mamá vierte agua sobre las plantas, éstas directamente se convierten en lugar permitido para hacerlo. Así que para que no acabara ahogando a las pobres plantitas que me quedan en casa y, aprovechando que llegaba el buen tiempo y uno agradece mojarse en cualquier momento, me pareció genial la idea del cespín.
El cespín, por si alguno no está muy puesto en nomenclaturas green - deco, se le llama a esa amalgama de tierra que encerrada y sostenida en una malla con forma de cabeza o patata, tenía en su cúspide un nido de semillas que regando se convertía en césped en un par de días, haciendo de cabello para la cabeza de malla, que normalmente tenía cosidos o pegados ojos, nariz y boca. Lo recordáis de vuestra infancia, ¿verdad? Todos hemos tenido alguno en casa o en el cole. Pues bien, la cabeza de malla ha evolucionado y lo que antes era una "cabeza de patata con pelo verde" ahora toma las más variadas formas para engatusar a nuestros niños.
Os animo a probarlo. Aquí os dejamos un ejemplo.
Y en vuestra casa, ¿qué responsabilidades tienen ya los más pequeños? ¡Aportadnos ideas a las mamás que estamos empezando!