Juan Martorano
Hace una semana aproximadamente, observe el programa “Cayendo y Corriendo”, del buen analista, Miguel Ángel Pérez Pirela, y éste, al final de dicho programa, expresó algo que le escuche decir a un buen amigo y camarada, que me permitiré de alguna manera reproducir en este artículo.Señaló Pérez Pirela en esa oportunidad, citando a Aristóteles: “Antes de la Política, la Moral”. Llama la atención el poderoso daño que nos han hecho; ya nadie da los buenos días, las buenas tardes, las buenas noches. En el Metro y la camionetica, nadie le cede el puesto a la mujer embarazada, al adulto o adulta mayor, abundan los que “se duermen”. Es increíble observar como más de uno esta pendiente de como “colearse” en una cola. La filosofía del pájaro bravo”, pues.
Estas palabras que señalo Pérez Pirela me hizo recordar a un amigo educador, cristiano, quien en una oportunidad nos pregunto cual creíamos nosotros era el principal problema de nuestro país. Algunos dijimos la economía, otros dijeron que era la seguridad, otros el empleo. Después de escucharnos a todos, este amigo nos dijo: “Todo lo que ustedes han nombrado, no son causa sino consecuencia del principal problema que tiene el país y el mundo: La crisis de los valores en nuestra sociedad actual”.
Y es muy cierto, y es un tema que es muy poco tratado por la actual dirigencia política en el país, tanto la del chavismo como la de la derecha. Hoy se nos impone abrir nuevamente un debate, recibir propuestas contra el terrible flagelo de la corrupción.
Y esto, en función de preservar la vida de la República y garantizar la salud pública, desde la posición ideológica en que nos situamos qu ienes batallamos cada día –como dice el Comandante Chávez– por hacer irreversible l a vía venezolana al socialismo, este es un asunto crucial, trascendente, de vida o muerte para la República Bolivariana de Venezuela.
Si la corrupción sigue reproduciéndose y perpetuand o su lógica capitalista de destrucción, aquí no habrá socialismo; el socialism o nunca podrá afianzarse plenamente en su dinámica profundamente humana, ent re nosotros, en medio de los antivalores de la corrupción.
¿Qué es la corrupción? Tal pregunta nos obliga, en primer término, a una breve exploración lingüística. El magnífico diccionario d e uso del español de María Moliner la define como: “Acción de corromper o corromperse”, remitiendo también a la palabra soborno. Y en la entrada referida al verbo corromper, en su cuarta acepción –la que aquí nos interesa– la define de la siguiente manera: “Quebrantar la moral de la Administración Pública y de los funcionarios”.
Recordemos que en el lenguaje coloquial hablamos de quebrantos de salud o de tener una salud quebrantada cuando se afectan los funcionamientos vitales del órgano humano. La corrupción, igualmente, es una enfermedad que afecta la salud pública, que quebranta al cuerpo social en su conjunto.
A propósito, aquel gran teórico-político, Nicolás Maquiavelo, decía: “Un miembro gangrenado no se cura con agua de lavanda, se corta.”
En un sentido similar, el Libertador Simón Bolívar sentenciaba el 11 de abril –¿suena la fecha?– de 1828, cuando le escribió al doctor José María del Castillo: “Todo el cuerpo de la historia enseña que las gangrenas políticas no se curan con paliativos.” Es claro que, tanto Maquiavelo como Bolívar, se refieren a situación de descomposición que requiere actuar políticamente de forma radical,tajante, para hallar el remedio que permita la plena recuperación de la salud pública. Si no existe salud pública, una república marcha indefectiblemente hacia su disolución.
Una de las mejores formas de reafirmar nuestra lealtad eterna a nuestro Comandante Chávez, es combatir sin tregua la corrupción cada día.
Larga, compleja y cruenta ha sido la lucha de nuestro pueblo para conquistar la plenitud de la democracia, el esplendor de la vida republicana. Una democracia, una vida republicana, hay que decirlo, que siempre estuvieron amenazadas por los representantes del capital, fuera éste nacional o extranjero, primero, por el despiadado dominio colonial signado por el saqueo más bárbaro;luego de nuestra independencia y de las luchas libertarias del siglo XIX, asistimos al surgimiento de una casta de
latifundistas que se reservaron los medios y el poder para alambrar una descomunal hacienda, cuyos límites eran los cuatro puntos cardinales de la Patria; y más tarde, con la aparición del petróleo, vimos emerger una burguesía y un empresariado, que a la postre, acabaron, no sólo con las riquezas, sino que lograron, cada cierto tiempo, hacerse de gobiernos cuya razón fundamental era velar los privilegios de aquellos sectores que negociaban el país a su antojo.
Podríamos concluir, que toda forma de gobernabilidad que habíamos conocido hasta 1999, se traducía en la obediencia plena y cobarde de los intereses económicos de las transnacionales y de una improductiva y parasitaria burguesía criolla.
Vista en la distancia, en el tiempo, nuestra historia política por consumar el ideal de la democracia, bien podemos comprenderla como un prolongado, sostenido y criminal atraco por parte de las clases dominantes a la Nación, a sus riquezas, y sobre todo a su pueblo, gracias a la corrupción, que con
el correr de las décadas se fue agravando, convirtiéndose en una suerte de institución paralela legitimada por una impunidad que fue horadando la moralidad del país.
No se requiere hacer un estudio demasiado profundo para advertir que, entre los factores que han contribuido a tal deterioro, nos encontramos con un Estado y unas instituciones que nacen y se desarrollan, mediatizados por los intereses de ese capital dominante, como diría nuestro escritor Orlando Araujo. Ahora bien, tengamos en cuenta siempre que somos uno de los lares del mundo, en donde se le está plantando batalla al capitalismo.
A propósito de estas reflexiones, conviene subrayar que la economía venezolana atraviesa una coyuntura especial, toda vez que el aparato productivo del país está siendo impactado, de una manera muy aguda, por una serie de distorsiones como son la especulación, el acaparamiento, el contrabando, el mercado de divisas ilegal; una colección de dificultades que bien podríamos bautizar con el nombre del “cadivismo” como una de las expresiones más vulgares de la existencia de la burguesía parasitaria
en la historia de la Venezuela de los últimos 100 años. Esto es el cadivismo, la forma que toma actualmente la obstinada tendencia de ciertos factores económicos, a pretender obtener ganancias y producir para ellos.
Parece un asunto de la mayor importancia establecer quiénes se han aprovechado de estos flujos, cuáles son los grupos de poder y sus relaciones con la Banca, con la actividad aseguradora y con el Mercado de Valores. Hacia allá vamos, que nadie tenga duda de ello.
La vieja geometría del Estado puntofijista al final, es la misma clase dominante que se levantó en la época de Gómez con esa burguesía parasitaria tan denunciada hoy y que tanto daño le hace a este país todavía y tiene como centro capturar, chupar y expropiar al pueblo venezolano de la renta petrolera que le pertenece a toda Venezuela.
Es la reproducción de la geometría del Estado gomecista con algunos cambios de fachada que pervive aún dentro del Estado Nacional Bolivariano en construcción, buscando su cancerización para que finalmente haga metástasis. Esa vieja geometría responde a la lógica perversa de la corrupción y es corruptora en su esencia.
Cuando se establece una cronología histórica de la corrupción como fenómeno inherente al Estado de clase, sea colonial, latifundista o burgués, tenemos que referenciar y comenzar por el hecho brutal de la conquista y la colonización española; el genocidio generalizado de nuestros abuelos aborígenes fue acompañado por un saqueo no menos generalizado en Venezuela y en nuestra América a partir de 1492, a la par fue tiránico y despótico el régimen colonial español que fue extremadamente corrupto.
Cómo olvidar, por ejemplo, aquella capitulación mediante la cual Carlos V concedió, en 1528, la conquista, población y gobernación de los habitantes de Venezuela, de la provincia de Venezuela, a aquellos banqueros alemanes llamados los Welser, unos auténticos saqueadores de funesta memoria.
Cómo olvidar de nuestra historia la larga hegemonía económica de la Compañía Guipuzcoana, que practicó la corrupción de manera sistemática y a gran escala, esquilmando –literalmente– a Venezuela entre 1728 y 1778, e impidiendo cualquier forma de desarrollo del comercio de la agricultura. Sus abusos e irregularidades generaron dos grandes rebeliones económicas: La de Andresote entre 1732 y 1736, en el territorio del, hoy, Yaracuy, y la de Juan Francisco de León entre 1749 y 1751, allá por Barlovento.
Antes y después de la aparición del petróleo, la historia de la Cuarta República se caracterizó por la corrupción sistemática y generalizada en todos los niveles; Cuarta República larga, de 1830 a 1998, y en todas sus etapas. El ejercicio del poder y la corrupción vivieron en un maridaje indisoluble.
José Antonio Páez, Antonio Guzmán Blanco, Juan Vicente Gómez, Carlos Andrés Pérez, son ejemplo harto elocuente de la más extrema improbidad, de la más aterradora falta de escrúpulos; hicieron uso del presupuesto nacional como si les perteneciera; robaron a manos llenas, cometieron toda clase de ilícitos, como si la corrupción fuese un principio de realidad y no una anomalía.
Ese es el patrimonio que marcó la vida del Estado burgués que tenemos que superar definitivamente.
Y es una de las tareas pendientes de nuestra Revolución. No debemos ver al “bachaquero” como un “mal necesario” de acceder a los productos que no podemos en los anaqueles de abastos y mercados; al gestor para obtener un determinado trámite o documento como un mal necesario; o a los que en su momento iban al exterior a “raspar cupo”, y con esto desangrar al país.
Son algunas reflexiones que me permito, en este complejo momento que atraviesa la patria.
¡Bolívar y Chávez viven, y sus luchas y la Patria que nos legaron siguen!
¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Independencia y Patria Socialista!
¡Viviremos y Venceremos! Abogado, Activista por los Derechos Humanos, Militante Revolucionario y de la Red Nacional de Tuiter@s Socialistas (RENTSOC).
jmartoranoster@gmail.com @juanmartorano