Si hay que hablar sobre los miedos de padre, hay algo que haría sin dudar con mi hijo de cuatro años. Esto no es otra cosa que forrarlo con un plástico lleno de burbujas. No hay ocasión en la que salgamos y no vaya con el corazón en un puño. Como no para de correr, a veces, acaba aterrizando en el suelo, menos mal que las heridas no pasan de raspones y rasguños.
Eso, por no hablar de cuando estamos en el parque y cruza por un puente de madera donde las tablas están muy separadas entre sí y ya una vez se cayó por el hueco que hay entre ellas… O de cuando se cruza por delante de los columpios. O cuando se para justo enfrente de alguno de ellos para pedirle al niño que está montado que lo deje a él montarse… ¡¡pero quítate de ahí, miarma!!
Ya hay padres que me han tildado de sobreprotector en ese aspecto, pero qué hago, hay caídas que me duelen más a mí que a él, no sé si soy demasiado exagerado. Lo que sí hemos puesto en común varios padres conversando mientras los niños jugaban son los miedos de padre que te detallo a continuación.
La economía familiar
Hay unas familias que llegan de forma más holgada que otras a final de mes, pero siempre existe este miedo. Si no es por llegar a final de mes, es por perder poder adquisitivo. En mi caso, suelo recordar a menudo lo que me ocurrió al inicio de la pandemia. Mi pareja hacía unos meses que había dejado su empleo para centrarse en oposiciones. ¿Quién iba a imaginarse en aquel entonces lo que nos esperaba mundialmente a la vuelta de la esquina?
Y bien, llegó la pandemia, siendo yo trabajador esencial y relevado a primera línea de batalla, por donde pasaban cientos de personas diariamente, en lugar de haberme dejado mi jefe en el puesto que ocupaba desde hacía siete años, un tanto más alejado de todo el mundo y donde podría haber estado más protegido.
Mi niño, por esa fecha, sólo tenía dos años y dos bronquitis por mes, así que me rebelé exigiendo mi anterior puesto, con la consiguiente represalia y casi carta de despido, en la que decía que quería irme voluntariamente, sin paro y con una indemnización de risa. Una semana se llevó mi jefe detrás de mí insistiendo para que la firmara y yo negándome, a la vez que buscaba desesperadamente un trabajo nuevo por si acaso y teniendo que llamar a empresas donde había trabajado anteriormente por si podían ofrecerme algún trabajo. Nadie sabía cómo iba a evolucionar la pandemia y la única fuente de ingresos en la unidad familiar era yo.
En una situación así, cuando nadie depende de ti se ve con relajación porque no necesitas mucho para subsistir durante un tiempo, pero cuando hay críos… la cosa cambia totalmente.
La conciliación familiar
Hace nueve años, cambié de trabajo por ganar más dinero mensualmente. Esto, traducido a toda una vida de trabajo, sería el equivalente a haber saldado una hipoteca sólo por esa diferencia de sueldo entre los dos trabajos.
¿Dónde estaba la “trampa”? Estaba en el tiempo que dedicaba al trabajo. No abordaré ahora el tema, ya lo hice en otros cuantos posts.
Inicialmente, ese aumento nos vino de perlas a mi pareja y a mí para darle un empujón a nuestra economía y poder “acomodarnos”. Con la llegada de niños, en mi opinión, merece la pena anteponer la conciliación familiar a la economía si la situación lo permite. Me he perdido reuniones familiares, días de ocio con los míos y días especiales, como el de Reyes Magos o su cumpleaños, que no volverán. A esto, hay que sumar el apego del niño hacia sus progenitores, donde se ve claramente que es mayor hacia quien pasa más tiempo con él. Por esto, considero esto otro de los miedos de padre.
La salud del bebé, otro de los miedos de padre
Imagínate. Acabas de tener un hijo prematuro con lo que ello conlleva, ya que no tiene la misma fortaleza que otro que haya nacido cuando debería. Tuvo todo tipo de complicaciones: ictericia, cólico del lactante…
Pese a todo, las diferentes visitas al pediatra tenían siempre el mismo resultado: el niño se recupera, está sano. Así hasta que llegan las bronquitis, una tras otra. Durante las primeras, estábamos preocupados a todas horas. Cómo evoluciona, si va mejor…
Con el tiempo, aprendes a controlar la situación. En nuestra familia, ya sabemos cuándo puede caer la siguiente bronquitis con sólo escuchar el tipo de tos del niño. No ha vuelto a hacer falta administrarle corticoides ni antibióticos por haberse complicado la situación como nos pasaba tiempo atrás. Pero claro, eso únicamente nos lo ha dado la experiencia, ver cómo el crío actúa y reacciona cuando lo medicas adecuadamente y a tiempo.
No saber cuidar o educar al niño
¿Llora porque tiene hambre o le pasa algo? ¿Tendrá frío? ¿Qué puede necesitar? Cuando eres padre primerizo, no sabes qué hacer en cada momento. Yo nunca me había fijado en los niños hasta que nos decidimos a tener el nuestro, por lo que, por muchos libros que leas, como hice yo, la teoría puede darte una orientación en ciertos aspectos, pero puede diferir en gran medida respecto a la práctica. Y ahí estuvimos, cambiando pañales y bañándolo con todo el cuidado del mundo. También, limándole las uñas las primeras veces porque, en esas manitas tan pequeñas, no tenía suficiente valor para usar tijeras. Cogiéndolo con sumo cuidado, como si de una bomba se tratase, para no hacerle el menor daño.
Ahora, con sus cuatro años, el cuidado ya apenas existe. Lo lanzas al aire y te pide que vuelvas a hacerlo. Está hecho un bruto. Viene otra etapa que iniciamos ya hace tiempo: educarlo. ¿Cómo educas a un niño de forma positiva? No quiero parecer de otro siglo, pero más de uno (y de dos) se ha llevado un tortazo en el culo cuando ha hecho alguna travesura. Yo, el primero que se llevó alguno en su niñez. Pero, actualmente, no es un método ni aprobado, ni ético. ¡Menos mal que en algo hemos evolucionado!
Intentamos explicarle al crío que hay cosas que están mal si las hace. No nos queda otra opción que cargarnos de paciencia y respirar hondo. Y vuelve a hacerlo… ¿No te hemos dicho que eso está mal por X razón? Hasta que lo comprende y nos promete que no lo volverá a hacer. Y vuelve a hacerlo. Y en ésas estamos, equilibrando la permisividad con lo estricto, dejándole hacer, pero con límites. Ante todo, disfrutando de la paternidad, con sus luces y sus sombras.
¿Cuáles fueron tus principales miedos de padre al tener a tus críos? ¡Déjanos tu comentario!
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