La Iglesia católica de nuestro de nuestro Señor Jesucristo fue fundada hace cerca de 2,000 años, y en estos dos milenios, tristemente, ha tenido que enfrentar no en pocas ocasiones las dolorosas rupturas en su seno.
En las últimas décadas, luego del Concilio Vaticano II, la Iglesia, como madre que es, se ha esforzado por reunir de nueva cuenta a sus hijos, y ha puesto empeño en el diálogo con quienes se han separado de ella a fin de que en algún momento se restablezca la unidad tan anhelada por su fundador, como nos dice la Sagrada Escritura en San Juan 17:21 “para que todos sean uno. Como tu Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado”.
Aquí hacemos un recuento breve de las principales rupturas y de las subdivisiones que a su vez han surgido en los grupos que se han separado de la comunión con la Iglesia:
El cisma de oriente
En el año 1054 ocurrió una muy dolorosa división en el cristianismo, pues las Iglesia Universal vería fraccionarse a las iglesias de oriente, representadas en sus cuatro principales patriarcados (Constantinopla, Antioquía, Alejandría y Jerusalén).
Si bien formalmente el gran detonante de la ruptura fue el tema teológico del Filioque, también, muy lamentablemente, influyeron temas de carácter político, pues la Iglesia de oriente estaba en territorio del imperio bizantino y la Iglesia de occidente en el del sacro imperio romano germánico, éste último fundado menos de un siglo antes, y que inevitablemente rivalizaba con su contraparte oriental, lo que de manera directa o indirecta vició las relaciones entre ambos “pulmones de la Iglesia”.
El Filioque es una expresión en latín que significa “y del hijo”, una adición al Credo en la parte que dice “Y del Espíritu Santo que procede del Padre [y del hijo]”. El Filioque no estaba incluido en el primer Credo aprobado en los Concilios de Nicea del 325 y de Constantinopla del 381, pero la Iglesia latina lo incluyó en el Concilio de Toledo del año 589, como un intento de socavar la influencia de los arrianos que negaban la divinidad de Jesús. Sin embargo en oriente nunca aceptaron la adición del Filioque al Credo y esto terminó por estallar en el año 1054, cuando el Papa León IX excomulgó al Arzobispo y Patriarca de Constantinopla Miguel Cerulario.
En los últimos años los acercamientos entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa son cada vez más constantes y abonan a la esperanza de una posible reconciliación en un futuro cercano.
El cisma de occidente
Lutero
El otro gran cisma es el de occidente, mejor conocido, aunque no es el término más preciso, como “reforma protestante” en el siglo XVI. La llamada “reforma” comenzó con la publicación de las 95 tesis del monje agustino Martín Lutero (supuestamente clavadas en la catedral de Wittenberg en Alemania, aunque este acontecimiento en particular más bien podría tratarse de un mito) en 1517, en las que el religioso alemán protesta contra los abusos de algunos clérigos en la venta de indulgencias. Este conflicto, que empezó como una protesta sobre las indulgencias fue escalando hasta convertirse en una verdadera revuelta teológica contra muchas otras doctrinas de la Iglesia, lo que llevaría a Lutero a proclamar su doctrina herética de la salvación por la “sola fe” y la “sola scriptura” como criterio de autoridad para los cristianos y no ya los Concilios, ni la Tradición ni el Magisterio de la Iglesia.
Lutero sería excomulgado de la Iglesia en 1521, luego de negarse a retractarse sobre algunas de sus tesis.
Buen número de los príncipes alemanes apoyaron la rebelión luterana, lo que implicó que en muchos lugares se llevaran a cabo las “reformas” eclasiásticas de Lutero, cocretándose así una gran división en el cristianismo occidental.
Zwinglio.
Siguiendo el ejemplo de Lutero, Ulrico Zwinglio, un presbítero suizo inició el movimiento “reformador” en Suiza, predicando contra la necesidad de las buenas obras para ser salvo, se opuso a la Misa como un culto válido hacia Dios y sobre todo fue radical en su oposición a la Eucaristía como verdadero Cuerpo y Sangre de Cristo. Zwinglio es el gran padre, teológicamente hablando, de la infinidad de grupos neoevangélicos que hoy predican que la Eucaristía es solo un símbolo. Nunca pudo ponerse de acuerdo con Lutero en muchos temas, en otros este de la Eucaristía, pues si bien Lutero negó la Transubstanciación de la Fe católica, nunca se atrevió a negar la presencia real de Cristo, mientras que Zwinglio la negó por completo. Ambos se intercambiaron buena cantidad de insultos y ataques.
Calvino.
Otro reformador, quizá solo menos famoso que Lutero es Juan Calvino, teólogo francés, que influenciado por el movimiento comenzado por el ex-monje alemán, en los años 30 del siglo XVI comienza a predicar y a escribir sobre la suficiencia de la fe para lograr la justificación de Dios. Es Calvino el verdadero desarrollador de las “doctrinas de la gracia”, sistematizándolas en las “5 solas” (sola escritura, sola fe, sola gracia, solo Cristo, solo a Dios la gloria).
Calvino tampoco pudo ponerse de acuerdo, ni con Lutero, ni con Zwinglio sobre el tema de la Eucaristía. Para Lutero seguía estando el Cuerpo y Sangre de Cristo en el pan y en el vino, para Zwinglio era solo un mero símbolo y para Calvino había alguna clase de presencia de Cristo, pero de manera espiritual. Entre estas tres diferentes nociones se siguen dividiendo hasta hoy la infinidad de grupos protestantes.
Calvino viene a ser el gran inspirador teológico de las llamadas iglesias “reformadas” y presbiterianas.
Anglicanos.
Con el nombre de Iglesia anglicana se conoce a la Iglesia de Inglaterra que rompió su comunión con el obispo de Roma en el año 1534. Esta ruptura tuvo como causa no un gran conflicto teológico, sino el capricho del rey de Inglaterra Enrique VIII que queriéndose deshacerse de su esposa, la reina Catalina de Aragón para poder casarse con otra, pidió a la Iglesia la anulación de su matrimonio. La Iglesia se opuso a conceder la anulación no habiendo causa alguna que no fuera el capricho del rey por volverse a casar, lo que hizo que Enrique VIII decidiera separar a la Iglesia de su reino de la comunión con el Papa y declararse él a sí mismo cabeza de la Iglesia de Inglaterra.
Bautistas
Los bautistas nacen de la ruptura de algunos cuantos predicadores anglicanos con su Iglesia. Uno de estos fue John Smyth, un sacerdote anglicano que en 1602 radicalizó sus posiciones, hizo una reinterpretación de las Escrituras y llegó a la conclusión de que el bautismo de bebés era ajeno a la Biblia, por lo cual rompió con la Iglesia anglicana (que bautiza bebés) y creó congregaciones independientes que se diferenciaban principalmente pro bautizar solo a creyentes adultos. Smyth in duda tuvo influencias del movimiento anabaptista, que entre otras cosas, como vivir una vida alejada “del mundo”, también defendían el bautismo exclusivo para adultos.
Generalmente a los bautistas históricos se les conoce como “bautistas generales”, entre la mayoría de estos se defiende la noción de que la salvación puede llegar a perderse si el creyente voluntariamente se aparta de la fe.
En el último siglo, sin embargo, se ha fortalecido una rama conocida como “bautistas reformados”, que defienden las doctrinas calvinistas, entre las cuales se encuentra la “seguridad eterna” que enseña que un creyente una vez que ha creído en Jesucristo como su Señor y Salvador y ha sido justificado, nunca podrá perderá su salvación.
Episcopalianos
Los episcopalianos, podríamos decir brevemente, no son otra cosa que los anglicanos norteamericanos. Los anglicanos de las colonias inglesas en Norteamérica, una vez estallada la revolución de independencia en los Estados Unidos se separan de la autoridad de Inglaterra, convirtiéndose en una iglesia independiente.
Metodistas.
Los metodistas también provienen del anglicanismo, nacen en el siglo XVIII. Su principal influencia teológica es la del predicador anglicano John Wesley, quien hacía énfasis en la vida de santidad, mientras vivió en Pensilvania predicó arduamente y se constituyeron grupos de estudio que, posteriormente, terminarían separándose del anglicanismo, el cual veían como muy frío y poco dado a la promoción de la santidad, fundando así una iglesia independiente, aunque esta no fue la intención de Wesley, que luego volvió a Inglaterra y murió como anglicano.
Pentecostales.
A finales del siglo XIX nace el pentecostalismo, que se desprende en buena medida de sectores que se separaron de la Iglesia metodista y que estaban más interesados en promover los dones del Espíritu Santo, haciendo énfasis en las sanaciones, el “hablar en lenguas” y el anuncio incesante del “rapto de la Iglesia”.
Unicitarios.
Los unicitarios básicamente son una ruptura de los grupos pentecostales que comenzaron a negar la doctrina de la Trinidad, afirmando que el único Dios es Jesús, no que no hay tres personas divinas que Jesús a veces se manifiesta como Padre, a veces como Hijo y otras veces como Espíritu Santo. Esencialmente son pentescostales no trinitarios.