Era noche, estaba en un callejón tétrico donde las sexo servidoras abundaban al por mayor, pasaba por ahí buscando un poco de diversión. Me dicen por todos lados el Príncipe del barrio ya que soy el más rudo del lugar…mujer cual mujer que pasa ante mis ojos termina entre mi piernas.
He mantenido esa reputación desde hace ya varios años pero con el tiempo así como todo ya no me satisfacía el tener una mujer entre mis sabanas, busque placer tras placer con todas las mujeres posibles pero ni una sola sensación sentía dentro de mi; me confundía, me frustraba. Todo era aburrido que hasta ver cagar a mi novia me parecía más interesante y divertido.
Regrese al callejón pero en esta ocasión no se presento ninguna mujer al lugar, más que un hombre con aspecto ya bastantemente maduro como de unos cincuenta y tantos, pasé justo a su lado y él me dirigió la palabra con una sutileza que jamás había visto; me invito a su cuarto a tomar un trago, estaba tan aburrido que opté por ir con él.
Transcurrían los días y siempre iba a ver al viejo, siempre había nuevos anécdotas que me fascinaban y me excitaban, Pronto me di cuenta que lo que me atraía no eran las historias sino de quien provenían, su manera de hablar, cada cosa que tocaban con sus manos, su mirada… todo.
En mi interior sabia que esto era totalmente extraño para mí y mi entorno social pero como era lo único que me hacia feliz, sabía que bien podría vivir con eso. En fin, todos los días iba a verlo sabiendo que mi única pasión era escucharlo a él.