Prisa y pereza

Publicado el 06 abril 2021 por Molinos @molinos1282
Cuanto más leo más creo que no sé escribir. No, no estoy jugando a la psicología inversa ni buscando el halago fácil que los anónimos me acusan siempre de buscar. Es un hecho, cuando más leo menos creo que sepa escribir. Tengo demasiada prisa para escribir y demasiada pereza. Demasiadas ideas y demasiada pereza para desarrollarlas en toda su amplitud, para dejarlas crecer como una burbuja de chicle y ver hasta donde llegan. Al mismo tiempo, cuando me pongo a escribir, mi cabeza va más deprisa que mi teclear y más deprisa que el trazo de mi pluma. Corro y corro y corro porque no quiero que se me olvide nada. Corro tanto que tropiezo y me dejo cosas sin escribir. Empiezo y de una palabra salen mis caminos y quiero recorrerlos todos porque, quizás, si me dejo uno ese sea el bueno, pero no tengo paciencia para llegar hasta el final de ese camino ni de ningún otro. Me asomo a todos, corro por ellos hasta la primera curva o el primer repecho y pienso «bah, aquí no hay nada que ver, voy a ver otro». Así no se escribe bien, se escribe y ya está. 

A veces pienso en apuntarme a un taller de escritura, algo que me ordene, que me obligue, pero luego pienso que tendría que escribir sobre un tema concreto y me muero de la pereza. Y pienso en leerlo en alto y me da más pereza aún y pienso en tener que comentar lo que otros han escrito y decido que no, que no es por ahí por donde tengo que ir. 

Prisa y pereza al escribir, para vivir, son una combinación letal. Es, además, una combinación que me he creado yo solita. ¿Por qué tengo prisa cuando me pongo a escribir? ¿Qué más da cuanto tarde? ¿A quién le importa que lo que escriba tenga ochocientas u ocho mil palabras? ¿Por qué quiero terminarlo cuanto antes? Y la pereza. ¿Por qué me da pereza algo que me gusta hacer? ¿Por qué me da pereza escribir despacio, tomarme un día o dos o una semana en terminar un texto? 

A veces pienso que si no trabajara, si no tuviera obligaciones de ningún tipo podría dedicar mis horas a escribir con calma. Con cuadernos de notas, post it de colores, esquemas y planes. A veces fantaseo con eso, con una mesa fija con todos mis trastos. A veces. Luego pienso que a quién quiero engañar, la prisa y la pereza se sentarían conmigo en esa mesa. No sé como librarme de ellas; unos días tengo más prisa y otros más pereza. Vivo con ellas. Últimamente domina la pereza. Al escribir y con todo. Me da pereza  hablar, me da pereza mirar, me da pereza mirar, me da pereza pensar, me da pereza preocuparme. Y cuando hablo, miro, pienso o me preocupo lo hago con prisa para terminar cuanto antes y poder volver al estado anterior. ¿Cual? 

Estar. Sin más. 

No quiero escribir bien, quiero vivir sin prisa y sin pereza. Quiero tener ganas y calma para vivir. Y, de vez en cuando, escribir algo.