Es difícil posicionarse contemplando acontecimientos tan terribles como el caso de Diana Quer, el asesinato de estas niñas u otros similares. Desde la maternidad soy perfectamente capaz de entender a esos padres que no quieren que los asesinos de sus hijos estén en la calle, no ya por el dolor inmenso que les han causado, sino por evitar que puedan cometer delitos similares. Por otra parte la condena eterna, esa que empecé a detestar desde la catequesis, me remueve por dentro, especialmente porque me parece que da por perdida a una persona que, en un momento dado, ha cometido un delito.
Creo que seríamos incautos si pensáramos que la sociedad es modélica y que todos podemos reinsertarnos en ella después de cumplida una pena. Lamentablemente hemos comprobado como hay perfiles concretos, como los autores de delitos como la violación, han reincidido tras estar en libertad. ¿Falla el sistema o es que determinado tipo de persona no es recuperable para convivir en sociedad?