Prisioneros de guerra rusos

Por Liber
El fatídico destino de muchos prisioneros de guerra rusos es uno de los holocaustos más olvidados de la Segunda Guerra Mundial.

Los nazis mataron a casi 3 millones de prisioneros de guerra rusos en un tiempo récord de tan solo 8 meses. Desde junio de 1941 hasta febrero de 1942, el ejército de Adolf Hitler fue responsable de las muertes de millones de soldados rusos cautivos, víctimas del hambre y de las ejecuciones sumarias.

Este negro episodio de la Segunda Guerra Mundial supera probablemente al genocidio de Rwanda, en el que fallecieron entre 500.000 y 1.000.000 de personas en un periodo de 100 días en 1994. En el verano de 1941, los nazis invaden la Unión Soviética y llevan a cabo una serie de operaciones de envolvimiento (captura de bolsas de soldados rodeados) exitosas, a una escala nunca antes vista en la historia militar.

Más de 512.000 soldados rusos terminaron siendo prisioneros de guerra en Bryansk y Vyazma. Otros 452.000 fueron capturados en Kiev y 300.000 más en Smolensko. Los nazis lograron capturar también a 290.000 en Bialystok-Minsk y a 103.000 en Uman. La mayoría de ellos nunca lograría volver a casa con vida.

Durante todo el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, los nazis capturaron a cerca de 6 millones de soldados del Ejército Rojo. Casi 4 millones murieron en cautividad. En torno a 3,5 millones encontrarían la muerte en los campos de concentración alemanes. Por ejemplo, en el campo de Gross-Rosen, los responsables alemanes mataron de hambre a 65.000 rusos. En el de Flossenburg, se llegó a quemar a prisioneros aún con vida. En Majdanek, los soldados soviéticos se encontraron con los balazos.

Los afluentes cerca del campo de Mauthausen se tornaron rojos tras la ejecución sistemática de soldados capturados del Ejército Rojo. La mayor parte de los prisioneros rusos morían debido a las enfermedades y a la malnutrición en los campos de tránsito (conocidos como Dulags) o en los campos de prisioneros de guerra (conocidos como Stalags). A continuación, un dato interesante a tener en cuenta: en 1945, casi a finales de la Segunda Guerra Mundial en Europa, los alemanes tan solo tenían a 930.000 prisioneros de guerra rusos en régimen de internamiento. Los números sencillamente son abrumadores.

Cabe preguntarse entonces lo siguiente: ¿por qué se sabe tan poco de este oscuro episodio de la Segunda Guerra Mundial? Todos hemos oído de Auschwitz o Treblinka, donde millones de judíos encontraron un triste final. ¿Pero cuántos de nosotros hemos oído hablar de nombres como Stalag 350/Z o Dulag 205, por citar algunos?

Lo cierto es que parte de la culpa la tuvo Josef Stalin, sumamente reticente a admitir aquellas derrotas catastróficas en la Segunda Guerra Mundial. El férreo y opaco régimen del tirano rojo consideraba que los prisioneros de guerra eran traidores.

El dictador aprobó la infame Orden 270, mediante la cual quedaba prohibido que ningún soldado del Ejército Rojo se rindiera ante el enemigo. Por muy surrealista que parezca, no fueron pocos los prisioneros de guerra soviéticos que, tras el milagro de sobrevivir al cautiverio durante la guerra, tuvieron que enfrentarse a largas penas de prisión en los gulags siberianos.

Fueron injustamente acusados de colaboracionismo con el Tercer Reich. Además, los rusos tenían ganas de olvidar la amargura de la Segunda Guerra Mundial y en Occidente no había gran interés por estas víctimas de la guerra, especialmente con la Guerra Fría vislumbrándose ya en el horizonte.

Lo cierto es que durante la Primera Guerra Mundial, los alemanes habían capturado a cerca de 2,4 millones de soldados rusos. Menos de 200.000 de ellos habían muerto en cautividad. Dicha cifra resulta relativamente poco importante en comparación con la de la Segunda Guerra Mundial.

¿Por qué más del 60 % de prisioneros de guerra soviéticos murieron presos en la IIGM mientras que en la IGM solo habían muerto un 9 % de ellos?

Como en el genocidio de Rwanda, el Frente Oriental se había convertido en una guerra de exterminación. La responsabilidad de la masacre no puede serle exclusivamente achacada a la ideología nazi o a una persona o grupo de personas en particular.

La culpa recae sobre los miles de oficiales alemanes que tomaron la decisión consciente de pasar por alto las convenciones de guerra y de rechazar el darle un trato humano a los prisioneros de guerra rusos, olvidándose de la conducta de la anterior generación de oficiales alemanes durante la Gran Guerra Europea.

Ahora bien, no nos gustaría concluir este artículo sin recordar que los rusos pagaron más o menos con la misma moneda a los alemanes tras el fin de la Segunda Guerra Mundial: haz clic aquí para leer la suerte que corrieron los prisioneros de guerra alemanes bajo custodia soviética.