La nueva entrega del hito del cine japonés, Sion Sono, despertó los calificativos más críticos en el festival de Sundance el pasado 2021. Es la primera obra que el cineasta dirige en coproducción con Estados Unidos y con una buena parte rodada en inglés. En esta nueva película (cuenta con más de cincuenta en su carrera), Sono se centra en un ladrón de bancos (Nicolas Cage), que es solicitado por un hombre conocido como El Gobernador (Bill Moseley) para encomendarle la peligrosa tarea de traer a su “nieta” Bernice (Sofía Boutella) de vuelta a la singular Samurai Town. Para asegurarse de que cumple con su cometido y no se sobrepasa con ella, el antihéroe tendrá que vestirse en un traje de cuero cargado con explosivos.
Sono deja a un lado el guion, firmado en esta ocasión por Aaron Hendry y Reza Sixo Safai, para centrarse en la puesta en escena, en la que siempre destaca. Es una lástima, porque hubiéramos querido ambas partes y esta película es puro visual. Se aleja de historias con estilo propio como la ya muy sonada Jigoku de naze warui? (¿Por qué no jugamos en el infierno? 2013), con líneas narrativas igual de alocadas (metacine incluido, que siempre es un plus), pero mucho mejor tratada y, en mi opinión, mucho más gamberra. Recordemos que Nicolas Cage vendió esta película como la “más salvaje” que ha hecho hasta el momento y lo cierto es que, conociendo el cine de Sono y ante tal afirmación, puedo asegurar que la acción sabe a poco, en gran parte por el guion tan pobre con el que cuenta. Cuando Cage habla de lo salvaje, yo espero ver un poco más de esa niña del anuncio de pasta de dientes que, tras la matanza, se desliza sobre una capa de sangre de unos cuantos centímetros hasta un hombre moribundo al que critica por haber manchado la casa y al que le ordena limpiarla; pero se trata más de una rotura de reglas narrativas que no llega a convencer del todo.
Prisoners of the Ghostland no da demasiado margen entre el sueño más profundo o la sensación de espectáculo desde el punto de vista de un niño. Y es que interés argumental hay bien poco, aunque visualmente resulte todo un festival expresivo. Se percibe, quizás, más como un conjunto de relatos en torno a unos personajes comunes que como una trama narrativa lineal, por mucho que se planteen ciertos objetivos y sea la persecución de estos lo que importa. Estamos ante un guion con cambios abruptos en el que se dejan ver explicaciones rápido olvidadas con el cambio de escena.Y es que el resultado es la unión de diferentes ideas interesantes entre las que director y guionistas divagan para hacer avanzar al metraje. Un pueblo de marginados que necesita ser liberado sin saberlo, un héroe que busca redimirse, una chica que desea tanto la libertad que prefiere enfrentarse al castigo de obtenerla… Si bien esta sucesión de elucubraciones es algo que ya hemos visto muchas veces antes en su filmografía, no termina de encajar del todo bien en esta última entrega. Tomando como ejemplo una de sus películas más aclamadas, Ai no mukidashi (Exposición de Amor, 2008), en esa ocasión consiguió unir metáforas e ideas visuales en torno a una trama argumentada y coherente (sin renegar de cierta locura excéntrica), en la que se planteaban estas ideas diversas enriqueciendo a las ramas principales. La narrativa tan poco sólida y la falta de agilidad de Prisoners of the Ghostland deja una sensación extraña en cuanto a la manipulación del tiempo porque en el fondo siento que la película dura más que Love Exposure cuando en realidad esta llegaba a las cuatro horas de metraje.
Los personajes tampoco son especialmente interesantes, teniendo solo cierta profundidad el encarnado por Cage, pero que, no obstante, no resulta demasiado expresivo. Sus intentos de redención moral conforman todo su arco de transformación, que queda quizás demasiado brusco en la poca narrativa argumental que encontramos. Eso sí, el personaje que lo acompaña en su proceso de arrepentimiento es en sí la encarnación más pura de lo salvaje en esta hora y media de cinta y la verdad es que me hubiera gustado también un poco más de él.Hay gags que funcionan y las escenas de acción (luchas al estilo más japonés) amenizan el ritmo de una película a la que, por otra parte, también le sobran reiteraciones. El mundo que nos presenta, lleno de criaturas, samuráis, zombies, maniquíes aterradores, hombres-rata y fantasmas, resulta rico y atrapante, aunque pueda no ser suficiente para sostener toda una película llena de inconvenientes.
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- ##check## Lo bueno
- Fotografía potente, con una puesta en escena muy potente.
Un rico mundo diegético que atrapa y sugiere.
Diversión asegurada para los que saben lo que van a ver. - ##times## Lo malo
- Personajes poco atractivos, sólo para los más fans del género.
Un montaje algo caótico.
Un guion desastroso.
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- Ambientación 9.0
- Se aferran a la radiación nuclear para dar rienda suelta a la ambientación. El mundo que se nos presenta es tan variopinto como cautivador. Aunque no se profundice tanto como hubiera gustado, es de lo mejor de la cinta.
- Desarrollo de Personajes 4.5
- Poco interesantes y con cambios bruscos en sus arcos. Son dejados un poco a un lado en favor del caos creativo.
- Argumento / Guion 3.0
- Una premisa que promete mucho más de lo que da. La narración resulta un desorden, pero no en el buen sentido. Es una pena porque me hubiera encantado ver la versión del propio Sono, que es un maestro a la hora de crear sus historias.
- Banda Sonora 9.0
- A cargo de Joseph Trapanise, acompaña el estilo de la película y crea una ambientación más potente. Mucho tinte western mezclado con un estilo algo más épico-futurista y, a la vez, tribal. De esas que buscas más tarde para volver a escuchar.
- Entretenimiento 6.5
- Si disfrutas de este tipo de películas en las que priman lo estrambótico, los detalles sueltos y el poder de lo visual, es un 10. Si no, lo más seguro es que suspenda.
- Montaje / Innovación técnica 6.0
- Montaje caótico, pero con apuntes técnicos interesantes, como acostumbra el director.
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- Puntuación Total 6 / 10