El Tribunal Superior de Justicia da la razón a los oponentes de un proceso que pretendía poner en manos privadas la atención sanitaria de 1,2 millones de madrileños y la gestión de seis hospitales públicos y sus más de 5.000 trabajadores, acordando mantener la suspensión cautelar de un procedimiento plagado de irregularidades. El consejero de Sanidad de Madrid, Javier Fernández-Lasquetty, dimitió nada más conocerse la suspensión del plan de externalización, siendo, por el momento, la única cabeza que ha rodado tras el batacazo judicial a un proyecto que había heredado del Gobierno regional, pero que había defendido con inusitada intransigencia. Estaba acusado de “ideologizar” un proceso que, de todas maneras, era más una medida ideológica que económica, como puso de manifiesto Patricia Alonso, miembro de la Asociaciónde Facultativos Especialistas de Madrid, al comentar la sentencia: “Hemos demostrado que no tenían argumentos económicos ni científicos para la privatización”.
El exconsejero de Sanidad, Fdez.-Lasquetty
Hay que felicitar a los compañeros sanitarios de Madrid por la victoria en este combate tan desigual, donde una mayoría absoluta intentó imponer el rodillo de su voluntad política contra los deseos expresados por todos los sectores concernidos, pero habría que mantener la alerta porque la guerra neoliberal por transformar lo público en privado no ha acabado, sino que se ha interrumpido a causa de las campañas electorales próximas (elecciones europeas en mayo 2014 y autonómicas en 2015), cuyos primeros pronósticos reflejan ya el deterioro en la confianza de los votantes del Partido Popular, desgastado por los recortes económicos, la eliminación de derechos y el retroceso en libertades individuales y sociales.Y no hay que bajar la guardia porque la dinámica liberal del Gobierno continúa en otros frentes, aunque también reciba idénticos varapalos en los tribunales, últimos garantes de los derechos pisoteados de los trabajadores. Otro Tribunal Superior, ésta vez el de Castilla-La Mancha, ha anulado, casi simultáneamente a la sentencia de Madrid, los despidos que el Gobierno regional de María Dolores de Cospedal, a la sazón Secretaria General del PP, había realizado entre funcionarios de la sanidad y de otras áreas de la Administración, al suprimir 700 empleos públicos con la escusa de una supuesta “insostenibilidad” de los servicios públicos.