Por último, en la escala más baja de la sociedad estaba lo que se llamaba el Tercer Estado: campesinos, comerciantes y todo lo que no era noble ni eclesiástico. Éstos últimos no gozaban de privilegios estamentales, eran obligados a trabajar y pagar impuestos para mantener a las dos clases dominantes, que estaba exentas de pagar impuestos. Pese a ser la gran mayoría de la población malvivían y estaban sometidos al poder de los otros dos grupos.
Dicho esto y como agravio comparativo observamos que en pleno siglo XXI, en la España pseudodemocrática esta en la que nos ha convertido nuestra mala disposición ciudadana, algunos de estos privilegios estamentales se vuelven a reproducir de manera desvergonzada y sin ningún tipo de pudor. Así, las grandes empresas poseen ventajas fiscales de las que no goza el ciudadano de a pie, sometido a una presión fiscal excesiva que se destina al pago de los privilegios de la clase política, la que, a su vez, legisla y gobierna para los poderes económicos y financieros que se benefician de grandes sumas de dinero público que se obtienen precisamente de exprimir fiscalmente a la clase trabajadora. Dentro de los beneficiados por estos privilegios estamentales está, cómo no, la Iglesia Católica, exenta de pagar el IBI y con unas ayudas públicas realmente escandalosas, por no hablar de esa potestad que tiene para poder apropiarse de edificios pertenecientes al patrimonio ciudadano y escriturarlos a su nombre por la cara.
Los políticos se ven beneficiados por estos privilegios estamentales de muchas maneras: por el mero hecho de ser funcionario político y ocupar un cargo público, además de su sueldo, tienen derecho a un plan de pensiones, a dietas de desplazamiento, de alojamiento aunque tengan viviendas de su propiedad en el lugar donde ejercen su cargo; a coches oficiales y a todo tipo de material electrónico para, según dicen ellos, poder ejercer su cargo con plenas garantías. Sin embargo no entendemos que posean derecho a coche oficial y al mismo tiempo puedan viajar en transporte público gratis. Como tampoco entendemos que necesiten teléfonos móviles, tablets, portátiles, etc. de última generación, o conexión a Internet gratuito en sus domicilios particulares; como tampoco somos capaces de comprender por qué deben viajar en primera clase.
Y mientras: ¿qué sucede con los ciudadanos, el tercer estado, los que trabajan y pagan impuestos para mantener los privilegios estamentales de los grupos dominantes y por supuesto minoritarios? Pues es muy sencillo: estamos obligados a trabajar más, a percibir un salario cada vez menor, a no disfrutar de servicios sociales imprescindibles en una sociedad democrática y a pagar cada vez más y más impuestos porque los poderes económicos y políticos pagan cada vez menos y tienen cada vez más privilegios. Alguien dijo una vez que debían existir los pobres para que los ricos pudieran seguir siéndolo. Si observamos a nuestro alrededor es eso precisamente lo que vemos.