Problema del mal: Lactancio responde a Epicuro

Por Beatriz
autor: blog Agua Viva
Sin el mal no reconoceríamos el bien

Herbert Haag (*) en su obra "El problema del mal" analiza la cuestión del problema del mal:
Lactancio es el primer padre de la Iglesia que responde a la pregunta hecha por la filosofía griega sobre el origen del mal. En su obra De ira Dei (Sobre la ira de Dios), discute la cuestión sobre si Dios es capaz de tener emociones, en concreto, sobre si puede castigar con ira. El hombre experimenta el castigo como un mal. Así pues se suscita la cuestión sobre si un mal puede salir de Dios.
Para exponer su opinión, Lactancio utiliza una argumentación de Epicuro:
O Dios quiere eliminar el mal y no puede,
o puede y no quiere,
o ni quiere ni puede,
o quiere y puede y no lo hace.
Si Dios quiere y no puede, luego es débil y no omnipotente; si puede y no quiere, esto contradice su bondad; si ni puede ni quiere, luego no es ningún Dios; si quiere y puede ¿por qué, entonces, no elimina el mal?
Con estas cuatro posibilidades Epicuro quiere demostrar que Dios no se molesta por nada y mucho menos por los intereses de los hombres.
Contra esto, Lactancio demuestra que Dios no es ni débil, ni apático, ni malvado.
Cierto que Dios podría eliminar el mal si quisiera, pero no quiere. Pues junto con el mal, Dios ha dado a los hombres la sabiduría y con su ayuda el hombre puede reconocer a Dios.
Dios es el bien supremo, fuente de toda bondad, ahora bien, reconocer y experimentar a Dios es sólo posible al hombre, si éste primero ha experimentado el mal.
Sin conocimiento del mal, el hombre no sería capaz de reconocer el bien.
La respuesta de Lactancio parece perfectamente clara:
Nadie sabe lo que es bueno, si no sabe lo que es malo.
Si se quita el mal, el bien se vuelve nulo o irreconocible.
Todos los Padres de la Iglesia coinciden que Dios no es el autor del mal, lo permite, luego, Dios ha *permitido* el mal.
Cuando era pequeña y estaba de vacaciones unos tíos me llevaban a su casa de campo. No había energía eléctrica así que para poder ver televisión prendían un motor eléctrico que apagaban a las 9 de la noche....y si querías seguir despierto o leer un libro tenías que prender una vela (lo llaman veladora en otros lugares). Cuando apagabas la vela era una oscuridad total. Recuerdo que yo habría los ojos como dos platos, volteaba a la derecha y a la izquierda, miraba arriba y abajo, y nada, era una negrura total, ni siquiera podías ver tu mano por más que la acercabas a la cara. No me gustaba nada esa oscuridad total y extrañaba la luz del día....cerraba los ojos y me quedaba dormida esperando a que amaneciera.
¿Qué pasaría si por una rara excepción dejara de amanecer y estuvieramos 200 horas continuas sin la luz del sol? extrañaríamos y clamaríamos por la luz del día.
A eso se refiere Lactancio, para reconocer la luz (el bien) hay que experimentar las tinieblas (el mal), luego, el mal o ausencia de bien conlleva una eficacia educativa.
(*) no comparto varias tesis del profesor Haag, pero en el problema del mal hace un análisis, me parece, correcto.http://www.historiadelaiglesia.org/feeds/posts/default http://www.oecumene.radiovaticana.org/spa/rssarticoli.asp http://www.aciprensa.com/podcast/evangelio.xml