La prensa británica -sensacionalista y amarillista como pocas, o como muchas- se ha hecho eco en estos días, con titulares bien manipulados y manipuladores, de un supuesto estudio científico que cuestiona la bondad de la lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses. , recomendada por la OMS, por la AEPED y por casi todas las autoridades sanitarias.
En su excelente blog Una maternidad diferente, la periodista Eloísa López hace una revisión de estos titulares, en los que puede verse la facilidad con que los medios de comunicación enseguida arman un escándalo donde no lo hay.
La introducción de alimentos diferentes a la leche materna (o a la artificial) es uno de los temas que más suele preocupar a los padres, y en la que, ante nuestra ignorancia y falta de guías culturales o interiores, solemos seguir lo que nos pauta el pediatra. Los mismos pediatras, sin embargo, como es natural, suelen tener criterios diferentes. De modo que si te toca el pediatra de la Puerta 1, le das papilla de cereales a tu hijo a los 4 meses; y si te toca el pediatra de la Puerta 2, se los das a los 7. Yo, como me niego a que el azar de que me toque la Puerta 1 o la Puerta 2 sea lo que determine de qué manera crío a mi hija (ya bastante tengo con mis propias limitaciones), creo que lo mejor es informarse, leer, investigar y sobre todo, conectar con nuestro profundo, bombardeado y reprimido amor y deseo maternal, antes de tomar las decisiones sobre la crianza de nuestros hijos. La alimentación es algo fundamental en nuestras vidas. Somos lo que comemos, y cómo lo comemos. La alimentación conecta con nuestras emociones, con nuestros sentidos, con nuestra sensibilidad, con nuestros estados de ánimo, con nuestro inconsciente, con nuestra alegría y nuestros placeres. De ahí que uno de los principales males de la sociedad moderna occidental sean los trastornos alimentarios, tanto el sobrepeso como la anorexia y la bulimia, verdaderas epidemias actuales. Y las dietas y los tratamientos conductistas no suelen arreglarlos, precisamente porque la alimentación conecta con nuestras emociones más profundas y con nuestros miedos y rechazos inconscientes, que se forjan en esta fundamental etapa primaria. Durante los últimos milenios de cultura patriarcal esclavista (la única historia que conocemos y que hemos confundido con la condición humana), la alimentación no ha merecido debate: cuatro comían hasta reventar, y el resto comían lo que buenamente podían para no morirse de hambre. Así es todavia en buena parte del mundo. O sea, que apenas hemos podido saber lo que la naturaleza, y nuestros organismos en equilibrio con ella, hubieran elegido para comer en situación de no explotación. Pero podemos intuirlo. Para empezar, lactancia materna. Un mecanismo mágico perfeccionado durante millones de años de evolución mamífera, que es un fluido vivo que no sólo se adapta a lo que el bebé necesita en cada momento, sino que además ES el sistema inmunitario del bebé, su protección, su seguridad, su placer, su sexualidad, su gozo, y su autorregulación emocional. Para que la lactancia materna tenga éxito, como sabemos, ha de ser el bebé el que decida cuándo y cuánto quiere alimentarse. Y por eso el respeto a la lactancia materna a demanda SIGNIFICA UN CAMBIO DE PARADIGMA EN LA CRIANZA Y EN LA EDUCACIÓN: ES EL BEBÉ MISMO EL QUE ES CAPAZ DE AUTORREGULARSE. La Teoría de la Autorregulación de Reich, que hoy comienza a ser confirmada por la neurobiología, implica un cambio de tal magnitud en nuestro concepción de la vida, que por eso tanta gente está interesada en negarla. La vida se abre paso a sí misma, los organismos vivos son capaces de autorregularse por sí mismos, y es el PLACER el que regula su funcionamiento fisiológico y corporal. Como bien ha explicado Casilda Rodrigañez, la dominación de unos hombres sobre otros, de los adultos sobre los niños, de los ricos sobre los pobres, de los hombres sobre las mujeres... no sería posible si la crianza y la educación se basaran en la autorregulación, en el placer y en la iniciativa propia de los niños y de los seres humanos. Sólo podemos vivir de una de dos maneras: desde el placer expansivo y autorregulador, o desde la dominación/sumisión. Ese es el gran dilema de nuestra cultura. ¿Y que tiene que ver Reich con la alimentación complementaria? Ay, Ileana, es que tú todo lo vuelves filosofía. Pues tiene que ver y mucho. Así mismo como la lactancia materna es a demanda, y es el bebé el que sabiamente decide cuándo tiene hambre y cuándo quiere comer (y puede ser cada 15 minutos o cada una hora, o cada tres), la misma lógica debería aplicarse para empezar a comer otro tipo de alimentos. Laura Gutman y Carlos González, en sus respectivos e indispensables libros La Revolución de las Madres: el desafío de nutrir a nuestros hijos, y Mi niño no me come, lo dicen claro: la papilla es UN ALIMENTO ANTI-NIÑOS. El debate sobre cuándo introducir alimentos y cómo introducirlos NO EXISTIRÍA, si simplemente el niño, alimentado con lactancia materna durante los primeros AÑOS de vida, fuera él mismo quien eligiera qué alimentos se quiere llevar a la boca, cuándo y cómo. Puede que un niño de 4 ó 5 meses ya se interese por los alimentos que comen los adultos, y quiera llevárselos a la boca, exactamente igual que se quiere llevar a la boca la crema del cuerpo o un juguete de plástico. Para jugar y explorar. Poquito a poco irá descubriendo sabores, texturas, colores y placeres, de la misma mesa y costumbres de sus progenitores... lo cual es la única función de la comida en el primer año de vida. La función nutritiva la cubre la leche materna. Como bien dice el dr. Caettano (citado por Eloísa) "los niños no se levantan un día diciendo a partir de hoy tengo que comer alimentos sólidos". Es un proceso, que transcurre poco a poco, en la misma medida que la curiosidad del niño vaya creciendo, su desarrollo físico, su madurez neuro-muscular y sus necesidades nutricionales lo vayan preparando para ello. Para eso, ciertamente, la integridad emocional del niño y su capacidad de autorregulación han de estar intactas. También la madre y la teta deben estar disponibles todo el tiempo mientras el proceso ocurre (el primer año de vida). Algo muy difícil en esta sociedad donde se le niega a los bebés los brazos, la compañía para dormir, la leche materna, el contacto físico... La mayoría de nuestros bebés para cuando tienen 6 meses de vida ya han sufrido amargas experiencias de separación y de privación afectiva (muchos en el mismo hospital al nacer) y han aprendido a acorazarse, a ponerse "en modo defensa", a callarse y a no pedir lo que saben que no le van a dar. Está el problema de las alergias, también creciente en las sociedades actuales. (¿Alguien se ha preguntado por qué la leche de vaca, el trigo y el huevo se han convertido en peligrosos alergenos? ¿No será, entre otras cosas, por lo que abusamos de ellos?) Uno de los argumentos por los que se insiste en no introducir tempranamente alimentos, es precisamente para evitar el riesgo de alergias. Pero incluso ahi me temo, que un niño criado con su sistema de autorregulación intacto, tampoco desarrollará alergias, aunque se le antoje probar la fruta que mamá está comiendo cuando tiene 5 meses. Carlos González habla del problema del hierro (el único problema que puede existir para un bebé con más de 6 meses que no coma otros alimentos parece ser cierto déficit de hierro en algunos casos), y dice que en última instancia, a un niño que se niegue a comer otros alimentos se le pueden suministrar unas gotitas de suplemento de hierro, pero yo aún estoy esperando que la ciencia demuestre dónde está el problema del déficit de hierro, porque creo que ahí también debe haber alguna consecuencia de la desastrosa forma en que nacemos y nos criamos en nuestros primeros meses de vida. (Algunos sugieren que pueden estar relacionados con el pinzamiento temprano del cordón umbilical, como bien apunta Eloísa en un comentario a este post.)Muchos de los problemas en que la ciencia se desgasta hoy no existirían... si el ser humano no hubiera llegado al grado de desconexión interna tan grande al que ha llegado. Gastar recursos en demostrar científicamente la bondad de la lactancia, del contacto físico o del placer es altamente estúpido, si se piensa bien.