Se está produciendo un gran revuelo entre los partidos de izquierda, no están
claras las opciones que tomarán, no sabemos quiénes querrán jugar el papel de gran aglutinador y mucho menos quienes tendrán fuerza suficiente
para lograrlo. Lo que sí sabemos es
que los problemas que enfrentan los partidos socialdemócratas, o quienes
pretenden sustituirlos, son muy
diversos, las contradicciones sociales surgidas a finales y comienzos de siglo
en toda Europa han roto –dispersado y enfrentado- la base electoral en la que se
apoyaba la socialdemocracia, la tradicionalmente conocida desde la posguerra
mundial.
En
España el proceso se dilató dos décadas más, lo que sirvió para montar el
estado de bienestar tras la Transición, pero la ruptura se presenta ahora de forma
similar al resto de Esuropa. Además del problema de las élites extractivas, o
de la casta, o de la agotada generación política que ocupó y dirigió los
partidos… además de la generalización de impunidad de los corruptos, la crisis
institucional, de la crisis del modelo productivo, crisis del mercado laboral,
competitividad,… además de la globalización, de los emergentes y de la nueva
redistribución del poder en la forma de
entronización de los mercados
financieros… Además de lo anterior, o precisamente por ello, surgen nuevas, o
se hacen visibles ahora, contradicciones difíciles de armonizar y encontrar
salidas todas ellas juntas en un solo partido.
Antaño,
un partido socialdemócrata tenía más fácil actuar como gran aglutinador, porque podía simplificar las opciones políticas
considerando que casi toda la problemática se concentraba en torno a la clase
trabajadora, que era fundamentalmente su base social, el resto de las
diferencias quedaban subsumidas en el gran peso que tenía el carácter de clase.
Hoy las líneas de fractura política son muchas y diversas, y deberían verse
afectados por ello todos los partidos, sucede sin embargo, que en España, la
derecha está muy concentrada en un gran
aglutinador que dirige la derechona, ultras, neoliberales, nacionalcatólicos,
franquistas,… por lo que condiciona sobremanera cualquier alternativa política,
puesto que todas pasan por intentar frenar la regresión hacia el pasado. Lo
anterior es un aspecto particular, que se une al marco de juego de la ley
electoral que obliga a concentrar fuerzas para obtener resultados, ambos
aspectos influyen en la crisis de la socialdemocracia en España quizás más
seriamente que en otros países, en cuanto ganar poder electoralmente, necesita una
gran fuerza progresista capaz de
contraponerlo al PP.
En este punto
surgen campañas que pretenden apropiarse electoralmente de parte de la base
social PSOE identificándolo groseramente
con el PP. Que son parecidos no les quepa duda, en todo país democrático,
aquellos individuos que conviven tienen que tener muchos aspectos coincidentes,
de lo contrario sería imposible la convivencia, dejaría de ser democrático,
pero desde luego una simple mirada a las acciones y políticas desarrolladas
durante 35 años permitirían ver las diferencias, en normativa sobre libertades,
en tolerancia diaria, en construcción de sanidad, educación, pensiones,
ordenación del territorio, apuesta por mayor I+D+i, etc. etc. Que podrían y
deberían haber hecho más podría afirmarse, pero también que No son lo mismo. Los
franquistas se mondan de la risa al ver las campañas de los izquierdistas,
ellos lo tienen muy claro, pero si dudan vayan ustedes a decirles a los
votantes del PP que puesto que son lo mismo, en las próximas elecciones voten
al PSOE. El simplismo del pensamiento y la falta de racionalismo se han
instalado en grandes sectores de población, incluidos líderes de izquierdas.
Actualmente
cualquier aglutinador progresista, se
encontrará con una base social diferente a la que existió en el pasado siglo tras la II Guerra Mundial, gran parte de la
cual estaba vinculada en torno al movimiento sindical, el proletariado
industrial europeo ha disminuido a la mitad respecto al de hace 40 años,
aumentado enormemente los mayores de 65 años, los estudiantes, los autónomos,
los grupos gerenciales no propietarios directos, los sectores de servicios, la
movilidad de personas y centros de producción, etc. surge una nueva sociedad
muy compleja en intereses dispares que no se encuentra agrupada
fundamentalmente, o no solo, en torno al trabajo; colisionan la edad, el género, el sexo, la
migración, la religión, las TIC, los nacionalismos, la cesión de soberanía, la diversidad de poderes, la globalización, los mercados, los países emergentes…
La diversidad de problemáticas potencia
diferentes relaciones de militancia para actuar sobre ellas, ya no solo en
partidos, también en ONG’s, u otros tipos de compromisos determinados por
campañas concretas, en todo caso la participación exige mayor flexibilidad que
la tradicional partidaria y mayor democracia interna, exige tener capacidad de
debate y decisión.