Problemas para gestionar las rabietas

Por 1maternidad_diferente
En casa se nos acumulan los problemas últimamente. Unos padres cansados, con poco tiempo disponible y tristes a ratos por las experiencias que nos están tocando vivir y unos niños demasiado sobre-excitados tras el subidón de azúcar, regalos y emociones de las navidades dan forma a un cóctel familiar muy peligroso.
Empezamos la vuelta al cole con gritos, discusiones y tensiones. Darío no quería ir al cole. Se negaba, se aburría, argumentaba todo tipo de razones para no ir al cole. Fueron días tensos, algunos de quedarse en casa y otros de ir al cole triste, enfadado y pasarse el resto del día agobiado pensando en el día siguiente.
Nosotros, como padres, en muchos momentos nos hemos visto superados por esta situación. Por un lado, nos afecta ver a nuestro hijo triste y nervioso por un tema tan importante. Por otro, gestionar a un niño en casa en horario escolar no deja de ser algo que trastoca todos los planes o actividades que tengas para ese día en concreto.
Negociación complicada
Pero es que, además, nuestra reacciones han ido de la compresión al enfado de manera, a veces, radical. Un día, por ejemplo, me lo pasé enfadada, llevando al peque al cole a base de amenazas y viendo cómo se quedaba lloroso y triste. No podía empatizar con él, porque la emoción que me dominaba era el cabreo. Un enfado que iba a más.
Al poco rato, iba con mi hija (que estaba con varicela y no podía ir al cole) a comprar unas cosas y al comparar las situaciones (ahora hablando alegremente con ella y antes tremendamente enfadada con él) me di cuenta de que yo no quería ser esa madre que había sido antes con mi hijo. De que algo iba mal. Y fue un punto de inflexión para reflexionar e intentar mejorar una situación que, de momento y a día de hoy, parece que ya va mucho mejor encauzada.
Resolver esta situación con mi hijo ha supuesto más de mi tiempo de dedicación y esfuerzo. Parte del problema es que echa de menos pasar más tiempo con su mamá y yo estoy intentando darle cada minuto que puedo, aunque eso me cree a mi cierta angustia por no poder atender al resto de tareas que tengo pendientes y que se van apilando sin remedio.
Vuelta al problema
Hoy, con mi hija, he vivido una situación muy similar. Estando en el cole, se ha negado a entrar. Y, de nuevo, me he pillado un cabreo  monumental. No he sabido gestionar MI RABIETA. La he gritado porque ella me gritaba, no la he escuchado porque ella no me escuchaba y, una vez en casa, he terminado de canalizar mi furia lanzando cosas por los aires.
Últimamente supone un problema familiar hacer frente a las rabietas de Diana, que se suceden con una frecuencia pasmosa, sin duda influenciadas por las distintas tensiones que vivimos actualmente. Pero leñe, es que ella es una niña de tres años. Tiene derecho a tener rabietas, a aprender a gestionar sus emociones, a gritar, a no escuchar y a ser irrazonable. Y nosotros, como adultos, deberíamos tener empatía y saber guiarla en el proceso.
En cambio, yo por lo menos, me veo sufriendo rabietas de adulto. Tratando de imponer mi criterio sin importar la otra persona y con una absoluta falta de empatía. Desde luego, este post es un desahogo, pero también agradecería cualquier tipo de sugerencia, comentario o ayuda que pueda contribuir a ayudarme a gestionar este mal humor y este enfado universal que surge en cuanto algo se tuerce.
El primer paso para solucionarlo es admitirlo y, desde luego, no me queda otra que admitirlo: últimamente no me gusta la madre que soy, pierdo los nervios a menudo, grito, me convierto en un ogro, no escucho, no soy capaz de ponerme en el lugar del otro. ¿Cómo voy a enseñar a mi hija a gestionar sus rabietas si yo misma no soy capaz de gestionar las propias? Me siento una madre horrible y el hecho de no estar sola en ello no me consuela.