¡Pueblo Alemán, Nacional Socialistas, Camaradas del Partido!
Al finalizar el año 1941, no necesito enumerar todos los acontecimientos que nos han desbordado con su cautivadora y única grandeza. Cuando, el 22 de junio, casi toda Europa se alzó, demostró su conciencia de la magnitud imprecedente del peligro que como nunca antes ha amenazado nuestro continente.
Una vez esta coalición decidió ir a la guerra contra Alemania, creí que debía a mi propia consciencia la seguridad del Reich, la preservación de nuestro Pueblo y, en un sentido más amplio, al futuro de toda Europa, no perder ni una hora más y, actuando con rapidez, librar al Pueblo de esos sacrificios que esta lucha inevitable de otro modo nos habría arrancado en una medida todavía mayor.
El Pueblo Alemán me creerá si le digo que habría escogido la paz sobre la guerra. Porque para mí, la paz supone una multitud de deliciosos deberes. Lo que fui capaz de hacer por el Pueblo Alemán en los escasos años de 1933 a 1939, gracias a la Providencia y al apoyo de numerosos y excelentes ayudantes en términos de cultura, educación, así como recuperación económica y, sobre todo, en la organización social de nuestras vidas, seguramente puede ser comparado algún día con lo que mis enemigos han hecho y logrado durante el mismo periodo.
En los largos años de lucha por el poder, a menudo me lamenté de que la realización de mis planes se viera truncada por incidentes que no sólo eran relativamente poco importantes sino también, sobre todo, completamente insignificantes. Lamento esta guerra no sólo por los sacrificios que exige de mi Pueblo Alemán y de otros pueblos, sino también por el tiempo que arrebata a aquellos que tenemos intención de llevar a cabo un gran trabajo social y civilizador y queremos completarlo. Después de todo, lo que el Señor Roosevelt es capaz de conseguir, ya lo ha demostrado. Lo que el Señor Churchill ha logrado, nadie lo sabe. Yo sólo puedo lamentarme profundamente de lo que esta guerra me impedirá a mí y a todo el movimiento Nacional Socialista hacer durante muchos años. Es una vergüenza que una persona no pueda hacer nada acerca de todos esos manipuladores de la verdad y vagos que le arrebatan el tiempo que querría dedicar a proyectos culturales, sociales y económicos para su Pueblo.
Lo mismo es aplicable a la Italia Fascista. Allí, también, un hombre ha perpetuado su nombre para todos los tiempos a través de una revolución nacional y civilizadora de dimensiones mundiales. Del mismo modo no le se puede comparar con esa caterva democrático-política de chapuceros haraganes y amasadores de dividendos que, en los países anglo-americanos, por ejemplo, derrochan la riqueza acumulada por sus padres u obtienen nuevas riquezas mediante turbios tratos. Es precisamente debido a que esta joven Europa se ve involucrada en la resolución de cuestiones realmente grandes, que no permitirá a los representantes de un grupo de potencias que discretamente se denominan a sí mismos los estados “que tienen” les robe todo lo que hace que merezca la pena vivir, a saber, el valor del propio pueblo, su libertad y su existencia humana social y general. Por lo tanto, comprendemos que Japón, hastiada del sempiterno chantaje y de las insolentes amenazas, haya escogido defenderse contra el más infame instigador de la guerra de todos los tiempos. Ahora, un poderoso frente de naciones-estados que se extienden desde el Canal hasta Extremo Oriente, han emprendido la lucha contra la conspiración mundial judeo-capitalista y bolchevique.
El primer año de esta lucha queda detrás de nosotros. Fue el año de las más grandes victorias en la historia del hombre. Las gestas de los soldados alemanes y de los soldados de las naciones aliadas son únicas e inmortales. Los milenios que están por llegar hablarán de estas batallas y victorias. Las admirarán como los mayores actos de auto-conservación que jamás han emprendido las naciones de honor.
La magnitud de los sacrificios, de las privaciones y del desafiante valor que ha hecho posible estas victorias sólo la puede apreciar en su totalidad un hombre que haya servido él mismo como soldado y combatiente por su pueblo – en esta guerra o en la Primera Guerra Mundial.
Nunca podrá la patria compensar a sus hijos lo que han hecho por ella. Sólo conoce las consecuencias de estas victorias, esto es, la preservación de la seguridad de la nación a pesar de los ataques aéreos, su existencia actual y el futuro de sus hijos. No tienen ni idea de qué terribles desgracias habrían afligido a Alemania y a toda Europa, si el bolchevismo judío, como aliado de Churchill y Roosevelt, obtuviera la victoria. Al fin y al cabo, ¡Churchill y Roosevelt han entregado Europa a Stalin! Y ahora estoy hablando con fe en una justicia superior. El monstruo bolchevique a cuya merced tenían intención de abandonar a las naciones europeas algún día los corromperá a ellos y a su propio pueblo. El judío no exterminará al pueblo europeo, sino que, al contrario, se convertirá en la víctima de su propia conspiración. Gran Bretaña y los Estados Unidos de América no serán capaces de emplear al bolchevismo para destruir Europa. Más tarde o más temprana, sus propios pueblos e convertirán en las víctimas de la plaga. Con el sacrificio temerario de la sangre de los esclavos soviéticos, la lucha en Europa oriental continúa todavía, trasladándose arriba y abajo del frente, tan sólo para finalmente detenerse. En Extremo Oriente, en cambio, acaba de empezar. Mientras los dos blasfemos oran por sus tratos, las naciones se sacuden sus grilletes.
El año que acaba de comenzar exigirá grandes sacrificios de nosotros, ¡pero el frente y la patria estarán a la altura de todas las exigencias! Como una Comunidad del Pueblo (Volksgemeinschaft) Nacional Socialista, la patria asumirá todos los sacrificios. Si es necesario llevará a cabo el sacrificio supremo. En la patria, los hombres y mujeres trabajarán para alimentar a nuestro Pueblo y para asegurar y reforzar su armamento. En el frente, llegará la hora en que daremos un paso adelante para terminar lo que hemos comenzado.
En el cambio de año, solo podemos pedirle al Todopoderoso que otorgue al Pueblo Alemán y a sus soldados la fuerza para defender su suelo, mediante el trabajo duro y con un corazón valiente, todo lo que se necesita para preservar nuestra libertad y nuestro futuro.
Si desempeñamos nuestro deber juntos y con lealtad, alcanzaremos el destino que la Providencia nos ha reservado. Aquel que lucha por la vida de su Pueblo, por su pan de cada día y por su futuro, ¡vencerá! Aquel que busca con su odio judío destruir al pueblo en esta guerra, ¡caerá!
Pidamos a Dios que permita que el año 1942 provoque una decisión para la salvación de nuestro Pueblo y las naciones aliadas.
Adolf Hitler.