Intermón Oxfan (IO), fundada en Barcelona por jesuitas de la escuela de negocios ESADE, anuncia en su reciente informe “Crisis, desigualdad y pobreza” que si se mantienen las actuales medidas de austeridad y los recortes sociales en 2022 el cuarenta por ciento de los españoles serán pobres.
De los 12,7 millones de pobres actuales se pasará en diez años a 18 millones, y después se necesitará llegar a 2047 para volver el bienestar de mediados de la década pasada, añade IO.
Profecías: aquí no se pretende refutar a los sabios y caritativos señores de la ONG catalana, sino recordar que todas las profecías, apocalípticas o no, suelen fallar.
Por profetizar el crecimiento económico permanente, políticos y banqueros crearon en las últimas décadas las burbujas financiera y ladrillera que nos arruinaron.
Ahora podría ocurrir a la inversa: tras tocar fondo con la crisis actual, quizás volvamos a la prosperidad. Pero no la profeticemos.
Otra profecía reciente, contraria a la de IO: la OCDE, ha anunciado que la economía española crecerá entre 2013 y 2060 una media del 1,7 por ciento anual, algo más que el resto de Europa.
Realmente, si no sabemos qué tiempo meteorológico o económico habrá dentro de dos años, ¿cómo puede la OCDE predecir el clima español y mundial de dentro de medio siglo?
Los agoreros están muy asustados estos días con el fin del mundo que llegará el próximo día 21 según nos anunciaban los mayas, unos sabios que ni siquiera habían descubierto la utilidad de la rueda como útil de transporte.
Son los mismos que se aterrorizaron con las profecías del Efecto 2000 sobre los ordenadores: al iniciarse aquél año toda la informática iba pararse, los aviones en vuelo caerían como moscas y todo se bloquearía.
Y aquí estamos: arruinados, pero estamos, ante la única profecía comprobable: que todos moriremos, acto de muy mal gusto, desagradable, e incluso estúpido.
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SALAS
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