En muchas ocasiones de la práctica profesional me pregunto, ¿Si deseamos que nuestros empleados le pongan corazón, por qué nos empeñamos en partírselo?. Las organizaciones necesitan el compromiso de sus colaboradores para poder obtener los resultados esperados. El compromiso se mide por la cantidad de corazón que las personas le ponen a su tarea diaria, no tanto por el tiempo que le dedican. Puede permanecerse muchas horas en el puesto de trabajo con un nivel de compromiso muy pequeño y por tanto con una aportación de poco valor para el negocio y normalmente muy por debajo de la capacidad del profesional. La falta de compromiso puede convertir en una carga inerte a un profesional de valor.Las organizaciones que comprometen, son las organizaciones en las que los profesionales viven una especie de enamoramiento respecto a la marca, el proyecto, la tarea y el entorno humano. El enamoramiento implica ilusión, creatividad, dedicación, esmero y alegría en la práctica profesional. Y todos sabemos que está actitud está muy unida a los buenos resultadosAlgunas prácticas de gestión empresarial rompen el corazón de sus colaboradores provocando una sensación de desenamoramiento capaz de llevar a la perdida del compromiso. Para romper el corazón a una persona, tan solo hace falta un gesto, una palabra… que puedan ser entendidas como un engaño,una humillación o una falta de confianza.Nuestra pareja puede rompernos el corazón cuando no valora el esfuerzo que hacemos por ella, cuando nos oculta la verdad, cuando sentimos que no cuenta con nosotros, cuando desconfía de nuestra fidelidad o criterio, cuando abusa de nuestra aportación, cuando no tiene con nosotros un intercambio justo, cuando no nos dedica tiempo suficiente… y un sin fin de comportamientos que pueden hacernos sentir poco valorados y cuidados.¿Podemos identificar muchos de estos comportamientos en los directivos de nuestras organizaciones?, lamentablemente la respuesta es afirmativa.En nuestras organizaciones tenemos directivos que les rompen el corazón a las personas que dirigen con una acción fruto de una práctica poco consciente de la repercusión de su comportamiento. Romper el corazón a los colabores tiene un precio muy alto y unas consecuencias nefastas en la cuenta de resultados. Necesitamos tomar consciencia de este hecho y desarrollar un comportamiento directivo y profesional capaz de enamorar e ilusionar si deseamos que nuestras organizaciones y profesionales tengan éxito.