Secuencias de El profesor (Tony Kage, 2011) y En la casa (François Ozon, 2012)El que podríamos denominar "género de institutos" tiene un largo recorrido y ha dado magníficas películas a la historia del cine. Ultimamente han aparecido en las carteleras españolas dos nuevas, una de Tony Kage que transcurre en un instituto marginal de Nueva York a mediados de los ochenta -en pleno apogeo del neoliberalismo de Ronald Reagan- y otra de François Ozon que transcurre en la una zona burguesa de los alrededores de París hace un lustro durante el mandato de conservador de Sarkozy. En el primer caso asistimos al desmantelamiento de un instituto público y en el segundo al mantenimiento del modelo público de enseñanza. Ambas películas tienen como protagonista a un profesor de literatura -que tanto juego suele dar al género- que sabe seducir sin más instrumental que su pasión por los libros a sus alumnos. Ambas películas no se centran en los modelos educativos en los que se insertan -pasan de puntillas sobre este asunto, que es el que a mí me interesa- sino en los problemas personales de los profesores protagonistas -interpretados por Adrian Brody y por Fabrize Lucini- y sus alumnos coprotagonistas. Si la primera se pierde en un enredo psicológico digno de mejor causa, la segunda juega con la ficción y la realidad a través de la creación literaria. Los alumnos acaban atrapados por las posibilidades que el profesor les muestra sobre sí mismos y sobre el mundo. Yo destacaría de ambas el papel central que sigue teniendo el profesor en la educación a pesar de todas las tecnologías y de todos los liberalismos. El profesor es un personaje eterno que sirve de intermediario entre el caos del mundo y la necesidad de un mínimo de referencias que todo adolescente tiene para adentrarse en esa tarea cada vez más difícil de sobrevivir en el mundo presente en progresiva descomposición. Aunque no sé si al Estado al servicio de la empresa privada le interesa la pervivencia de estos personajes.