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Este enfoque se enfrenta, de todas formas a dos problemas bastante serios:
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1) ¿Hay alguna medida de "semejanza (o distancia) entre mundos" que sea "objetiva"; todos sabemos que los abuelos paternos siempre encuentran a los recién nacidos más parecidos al padre que a la madre, mientras que para los abuelos maternos es justo al revés. "Cuánto se parecen dos descripciones del mundo" ¿no es, en el fondo, una cuestión bastante subjetiva? Los defensores del enfoque de la similaridad argumentan que, en efecto, hasta cierto punto la semejanza entre descripciones es subjetiva, pero al fin y al cabo, lo que queremos es aproximarnos nosotros a la verdad, y por lo tanto, lo importante serán las relaciones de semejanza que a nosotros nos parezcan relevantes. El concepto de "verosimilitud" (semejanza a la verdad) será, por tanto, un concepto relativamente subjetivo. Una comunidad científica con valores epistémicos algo diferentes de los nuestros, y por lo tanto criterios de semejanza entre teorías o descripciones también algo distintos de los nuestros, podrá, tal vez, preferir teorías distintas a las que preferimos nosotros porque a ellos le parecen "más semejantes a la verdad", pero eso no contradice la tesis de que tanto ellos como nosotros valoramos las teorías científicas en función de cuánto pensamos que se han acercado a la verdad.
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El filósofo finlandés Ilkka Niiniluoto propuso una respuesta ingeniosa: nuestros datos empíricos no nos dicen cuál de todos los "mundos posibles" es el verdadero, pero sí que nos pueden servir para determinar una distribución de probabilidad entre todos los mundos; es decir, dados nuestros datos empíricos, ¿qué probabilidad tiene el mundo m de ser el verdadero?; digamos, p(m/e). Combinando esta noción con la de distancia entre mundos, podemos definir fácilmente el "grado estimado de verosimilitud de una teoría T"; este grado será, sencillamente, el valor estadísticamente esperado de la verosimilitud de T, dada la distribución empírica de probabilidad de todos los mundos. Técnicamente,:
EVs(T,e) = ΣVs(T,m)p(m,e)
Es decir, la verosimilitud estimada de T, sobre la base de los datos empíricos e, es la suma, para todos los mundos posibles m, de la verosimilitud que tendría T si m fuera el mundo verdadero, ponderado cada sumando por la probabilidad de que m sea el mundo verdadero dados los datos empíricos e.
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Por desgracia, aunque esto puede aclarar conceptualmente la diferencia entre el grado de semejanza-subjetiva "real" entre una teoría T y la verdad, por un lado, y el grado de semejanza-subjetiva "aparente" de la teoría T, el caso es que, en la práctica, no se ha propuesto ninguna forma en la que podamos, no ya calcular el valor de EVs(T,e), sino tener alguna idea de si, de hecho, los datos empíricos nos van mostrando si nuestras teorías se alejan o se acercan a la verdad. Es decir, no hay ninguna forma conocida de conectar la definición de EVs(T,e) con las normas para determinar cuándo tenemos que preferir una teoría científica a otra.
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En la próxima entrada empezaré a contar mi propio enfoque sobre la cuestión.Enrólate en el Otto Neurath