Prohibido leer

Publicado el 01 septiembre 2015 por Iván Rodrigo Mendizábal @ivrodrigom

Fotograma del film Fahrenheit 451 de François Truffaut.

Por Lenin Paladines Paredes

(Publicado originalmente en diario Crónica, Loja, el 13 de mayo de 2015)

Resulta extraño que, mientras hoy tenemos a nuestra disposición cantidades inimaginables de datos e información, existieron tiempos en los que leer o acceder a textos impresos de ciertas características podía ser algo prácticamente imposible. Lo extraño es que a pesar de todas las facilidades que tenemos, se siga diciendo que a la gente no le gusta leer, cuando en otras épocas leer podía ser el privilegio más importante al que pocos podían acceder.

En 1961, se hizo la última revisión del Index librorum prohibitorium, el índice de libros prohibidos de la Iglesia Católica, en el que se incluían libros  de autores como Descartes, Montesquieu, Copérnico, Kepler, Víctor Hugo, Balzac o Jean Paul Sartre; la mayoría científicos o pensadores que no compartían los dogmas propuestos por la religión. Fueron cinco siglos de prohibición, quema, persecución y encarcelamiento que estancaron poco a poco la producción y divulgación de conocimiento.

A más de la Iglesia Católica, a lo largo de la historia se han producido importantes eventos de quema de libros o destrucción de bibliotecas, por cuestiones políticas, religiosas, bélicas o sociales. En 1562, el sacerdote Diego de Landa quemó los manuscritos o códices Mayas por considerarlos llenos de superstición y contenido demoníaco. Desde 1933, el régimen Nazi quemó miles de libros de autores judíos, perdiéndose así gran contenido científico recogido a lo largo del tiempo. En Chile, después del golpe de Estado de 1973, se quemaron miles de libros que contenían ideología política izquierdista. Lo mismo pasó durante la dictadura de Jorge Videla en Argentina y, actualmente, el Estado Islámico lo sigue haciendo en los países controlados por el Régimen.

Como se puede ver, este tipo de actos es motivado siempre por miedo, desconfianza, recelo, segregación, xenofobia y opresión. Deberíamos estar conscientes de que podría llegar un tiempo en el que, igual que en la novela de Bradbury [–Fahrenheit 451–], la humanidad se acostumbre a vivir sin libros, porque los consideran dañinos para nuestra propia existencia, y el haber llegado a un punto en el que toda la información esté a nuestro alcance no haya significado absolutamente nada, porque no se supo aprovechar.


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