- Rajoy prohibió a las autonomías que gobierna el PP que suban los impuestos (cuando esta facultad no le corresponde a él, sino a quienes gobiernan en estas comunidades autónomas porque así lo han decidido, democráticamente y en las urnas, sus respectivos ciudadanos);
- Rajoy "prohibió" hablar del Estatuto al PP para no dar oxígeno a Zapatero (no vaya a ser que alguien se entere de que lo que les parecía inconstitucional en Cataluña les encajaba perfectamente en Valencia y Andalucía);
- Rajoy prohibió a sus militantes acudir a entrevistas, tertulias y programas del grupo PRISA porque no le gustaron las declaraciones realizadas por su entonces presidente (es que la libertad de expresión, en el partido de la oposición, no se estila);
- Rajoy propone prohibir por ley el déficit (a ver cómo se las apaña si algún día hay que tirar del endeudamiento público para no estancar la economía del país);
- Rajoy quiere prohibir las huelgas o medidas de conflicto colectivo de los trabajadores cuando "tengan por objeto alterar, durante su vigencia, lo pactado en un convenio colectivo" (un "ole" por el partido de los trabajadores).
De todas estas "prohibiciones" ya no se acuerdan, bien porque de memoria histórica andan bastante escasos estos españoles superlativos, o simplemente porque tienen prohibido recordar, una excepción más que confirmaría su regla.
Que a nadie le extrañe si, alcanzada la Moncloa, nos vienen con que queda prohibido prohibir el botellón, conducir bajos los efectos del alcohol, llevarse a casa lo que nos es ajeno, aparcar en zona de minusválidos, llevar el coche por dirección prohibida, cazar especies protegidas, pescar "pezqueñines" o deambular por la calle como nuestra madre nos trajo al mundo. Ya puestos, que se carguen el código penal, que prohibiciones contiene unas cuantas, e instauren de una vez la ley de la selva. Y cuando lo hagan que se vayan todos al paro, que para entonces ya no necesitaremos a los políticos para nada.