En algún momento de nuestra vida llega a sorprendernos lo complicado que es el arte de amar. Quiero pensar que más de un lector, más de una lectora, reparará en las dificultades de este arte precisamente leyendo La caricia de Tánatos, para de alguna manera sentirse cuestionado, al menos en un plano intelectual. Nos sentimos tranquilos, seguros de nosotros mismos, de la vida que hemos ido fabricando a nuestro alrededor, pero conforme avanzamos en la lectura no podemos evitar —de alguna forma íntima, más o menos cercana— vernos reflejados en los personajes, en sus equivocadas formas de amar. Llegado ese momento, hipnotizados por las palabras certeras de María José Moreno, no podremos abandonar la lectura, impacientes por saber cómo se resolverá el conflicto de cada uno de estos personajes, que para bien y para mal están estrechamente relacionados entre sí, y por tanto forman un solo conflicto. Conflicto universal si se quiere, y del que todos formamos parte.
Una trilogía para confrontar el Mal
La novela comienza dentro de una rutina que se repite cada día, sin salirse demasiado de los márgenes de lo cotidiano: Mercedes es una prestigiosa psicoterapeuta que con habilidad e inteligencia ayuda a poner en orden las vidas de sus pacientes. Debido a un contundente desengaño amoroso del pasado —prácticamente burlada ante el altar por su novio de toda la vida—, Mercedes se ha centrado en un trabajo que le apasiona y un pequeño grupo de amigos irrenunciables… Hasta que conoce a un atractivo forense de sensibilidad especial e inteligencia afilada, que le abre nuevas perspectivas. Su alerta interior se activará cuando una de sus pacientes, que ha sido víctima de malos tratos, se enganche de forma irremisible a una relación con un tipo que hasta hace días era un desconocido y que ahora se perfila para ella como un semidiós, irresistible y capaz de todo. un mal con el que convivimos a diarioComo sucede en los mejores thrillers psicológicos, aquí la materia prima son las contradicciones del lenguaje. Sorprende en este sentido el partido sacado a las diferentes sesiones de psicoterapia donde los personajes buscan soluciones, o las conversaciones que mantienen entre ellos. Muchas veces nos evidenciamos por lo que decimos, delatándonos sin querer con nuestras palabras, mientras que otras, son precisamente las palabras que no nos atrevemos a pronunciar las que dan pleno sentido a la conversación. Si son las palabras los ladrillos que conforman cada uno de los edificios que integran esta ciudad —me permito usar la metáfora que compara la novela con una ciudad—, la técnica narrativa que la dota de sentido, que hace que el paseo por ella sea coherente, es la variedad de puntos de vista. Gracias a la narración en primera persona por parte de los protagonistas, María José Moreno nos deja sacar nuestras propias conclusiones y ser testigos de este thriller donde la inocencia se funde con la perversidad y un simple juego amoroso acaba teniendo consecuencias trágicas.Volvemos así al punto de partida. La caricia de Tánatos plantea un juego universal que está marcado por nuestra capacidad —y también nuestra incapacidad— para amar. Y no es más que el comienzo de una trilogía en la que María José Moreno nos ayuda a confrontar el Mal. Pero, al menos por una vez, quitemos esa mayúscula a ese mal, ya que no se trata de un valor absoluto, externo y ajeno a nosotros, sino algo con lo que, quizá sin saberlo, convivimos a diario. Como dijo un poeta, y llegados a este punto nos conviene darle la razón: lo bello no es sino el comienzo de lo terrible.
por David G. Panadero,director de la colección Off Versátil