Lo que vemos de refilón
Lo que dicen los dioses me atrapó desde el título. Un título sencillo y a la vez incompleto, como si fuera una conversación a la que llegamos tarde pero de la que nos queremos enterar a toda costa. Me gustó su indeterminación —se entiende de formas contradictorias pero al final, todas ellas se complementan— y me intrigó lo suficiente como para aparcar varias tareas pendientes y leerlo lo antes posible.Si el título de la novela captó mi atención, lo que encontraba a cada página confirmó y alimentó mi extrañeza y mi interés: una vidente italiana que empatiza hasta extremos dolorosos con el espíritu de varias niñas asesinadas; un carnicero intrigante de vida oscura —recordemos que todo empieza en el Madrid ya lejano de los años cincuenta, cuando todavía no se habían superado los rigores de la posguerra—; un policía de vida dura que acabará viendo más de lo que puede asumir y perderá lo cordura… Ya en los años setenta, una periodista especializada en temas sobrenaturales sucumbirá a su curiosidad y se enfrentará con todas estas heridas abiertas tratando de buscar una solución.crímenes rituales en la España franquistaNarrada con una extraordinaria sencillez, casi de manera esquemática y prácticamente a pie de calle, sin recurrir a grandes artificios, Lo que dicen los dioses nos obliga a mirar por el rabillo del ojo, enfrentándonos con enigmas inconcebibles. Alberto Ávila ha tenido la habilidad de disfrazar de “lectura fácil” lo que en realidad es una apuesta arriesgada: como en un circo de tres pistas, el escritor juega a combinar elementos que podrían no cuajar, como el agua y el aceite —la aparición de un culto pagano: crímenes rituales en esa España católica y tradicionalista; la insinuación de que dentro de nuestra ciudad existe otra ciudad invisible que solo pueden ver los que miran de verdad—. El gran acierto está en unificarlo todo dándole la verosimilitud de la crónica negra, como si fuera uno de esos reportajes sensacionalistas que salían en el periódico El Caso, que de forma tan elocuente nos hablaban de la sociedad de la época, de su pintoresquismo y sus miserias.Jugar con varias barajas a la vez y hacerlo de forma coherente, sin trampa ni cartón, requiere la habilidad de los mejores tahúres. Además, como en las buenas novelas, Alberto Ávila consigue hacerlo a su manera, como es él: con prudencia, con buen gusto, sin querer llamar la atención. En definitiva, Lo que dicen los dioses es uno de esos libros que esconden mucho más de lo que muestran, y que casi se leen solos.No encontrará el lector pasajes sensacionalistas, llamadas de atención o truculencia innecesaria. Todo lo contrario: encontrará una narración fluida de los crímenes y su investigación, la rutina de todos los implicados —el agresor y las víctimas; los testigos, los investigadores y los periodistas— y acabará dándose cuenta de que los fantasmas están entre nosotros.
Próximamente enOff VersátilDavid G. Panadero,director de la colección Off Versátil