8 Minutos. O más de Elena Romera es un libro de relatos que seduce por ser literatura condensada. Relatos que llegarán a nuestro corazón y allí se quedarán.
He recibido el libro y antes de comenzar a escribir esta entrada he tenido una intuición, que tenía ante mi una obra de calidad. Y como todos sabéis lo débil que soy y que no me puedo resistir a ninguna tentación lectora he comenzando a leer y leer relatos... y maravillada compruebo que no solo los relatos que voy leyendo llegan al interior de mi corazón por lo que cuentan sino por brillar con frases que son un disfrute literario bellísimo. Emocionan y sugieren.
Relatos directos y deslumbrantes que me hacen reflexionar y disfrutar de su magia literaria.
Yo lo tengo decidido y los voy a saborear, despacito. Y seguro que los releo más de una vez para deleitarme de nuevo con ellos. Que estos vicios míos son muy disfrutones y muy buenos.
La ficha técnica del libro la podemos consultar en la página web de Autografía Editorial.
Argumento
¿Qué buscas en un relato?
Relatos, largos o cortos, pero todos buscando un camino escondido entre maleza para llegar a un final inesperado. Un final que no suele estar dentro de los finales que tu cerebro espera o busca o, incluso, quiere. Tendemos a seguir el camino de arena y no a meternos en una cueva cuya entrada está tapiada. Mis relatos lo hacen. Atraviesan.
Relatos, de amor o de miedo, pero todos con un principio que se encuentra en la cara opuesta del cubo a la que se encuentra el final.
Relatos, de vidas o muertes, pero todos con una trama que se te mete dentro al respirar y no sabes si quieres que salga o que permanezca dentro.
Son historias encontradas en esa parte amarilla del sol en verano.
Permanecen.
Extracto:
«8 MINUTOS
Salgo corriendo. El café en una mano. La mochila colgando de un hombro. Busco la tarjeta. Demasiadas tarjetas. «¡Es roja, roja, roja!», me grito. Tengo 2 tarjetas rojas más. Se abren las puertas y paso. Corro. Corro mucho. Bajo las escaleras de dos en dos. Derramo el café. Lo piso. Me resbalo. Casi me caigo. Sigo corriendo. Mi brazo choca con la esquina. Por favor, por favor, por favor. Llego. Está. Sonrío.
El tren pasará dentro de 8 minutos. Tengo 8 minutos para verle. Como cada mañana. Sentado en el banco de la izquierda. Medio recostado. Como un estudiante que ha salido la noche anterior. Es muy temprano. Lleva sus zapatillas rojas de suela azul. En el andén contrario estoy yo. En mi banco. En frente del suyo. Lo sabe. Sabe la hora sin mirar el reloj. Sabe que he llegado.
O eso creo.
7 minutos. Respiro con dificultad. He corrido demasiado. Me quito la mochila y saco el libro. Su libro. Lo abro por la mitad. Da igual la página. No me lo estoy leyendo. Hace un par de semanas leí ese título en sus manos. Es una señal. Mi forma de decirle desde aquí que le quiero. Él lo sabe. Ha visto el libro.
O eso creo.
6 minutos. Levanta la vista. Como cada día. Con ese gesto lento. Imperturbable. Típico de un espía escondido en otra historia. Me mira de reojo. Sé que lo ha hecho. Sonrío. Noto como mi rostro empieza a arder. Miro hacia otro lado. Veo el andén por primera vez. Veo la gente. Hay mucha. Se oyen voces. Desvío de nuevo la mirada hacia su banco. Veo de nuevo esas zapatillas con suela azul. Sabe que le estoy mirando. Mueve la pierna nervioso y sonrío de nuevo. Él lo sabe.
O eso creo.
5 minutos. Me pongo a temblar. Él me hace temblar. Apoya la cabeza en la pared. Como siempre. Como un ejecutivo cansado de un largo día de trabajo. Suspira. Como cada mañana abro la mano. Robo el suspiro. Lo guardo en el bolsillo de mi chaqueta. A media mañana lo sacaré. Lo descifraré. Y como siempre significará lo mismo: «Te quiero». Me quiere.
O eso creo.
4 minutos. Se levanta. Saca un papel del bolsillo y lo tira a la papelera con un movimiento rápido. De jugador de pádel. Quizá de tenis. Se gira y vuelve a sentarse. No, no llega a sentarse. Alguien le ha tocado el hombro y le está sonriendo. Es una mujer. Lleva una cartera de cuero y unos altos tacones. Le dice algo. Es guapa. No le interesa.
O eso creo.
3 minutos. La mujer insiste. Él le sonríe y le susurra al oído. Ella vuelve a tocarle el brazo. Mi brazo. Se gira y comienza a andar hacia la salida. Él mira cómo se va. Cómo sus caderas rozan el aire. Lo hace para darme celos.
O eso creo.
2 minutos. Se va. Y hoy es viernes. Se va. Apoya las manos en el banco. Se levanta. Anda hasta el andén. Separa los pies. Levanta la vista. Me mira fijamente. Sonríe. Como un enamorado. Como mi enamorado.
O eso creo.
1 minuto. Es viernes. En un minuto mi vida dejará de tener sentido durante dos días. Le quiero. Deja de mirarme. Gira la cabeza y sonríe. Es esa mujer de nuevo. Su pelo negro se mueve con cada paso que da. Parece que me reta. Sabe que llegará antes que yo. Volverá a tocar ese hombro que me pertenece. No paran de mirarse. «Mírame —le suplico con gritos de silencio—. Mírame. Mírame». La mujer llega a su lado. Efectivamente, le toca el hombro. Pero esta vez no separa la mano. Se miran. Se sonríen. Se hablan. Se besan. Se besan. Se besan.
Mi tren llega a su hora. Como cada día. Él se va, como cada día. Pero esta vez acompañado. Pienso que quizá no me miró. Ni me sonrió. Ni me dijo te quiero en un suspiro. Quizá no es estudiante. Ni espía. Ni ejecutivo. Ni jugador de pádel, ni mi enamorado. Quizá mañana ya no me recuerde. Quizá.
Mi tren llega a su hora y yo me lanzo a sus brazos. Te he ganado. He ganado a la mujer de pelo negro. A sus caderas y a su sonrisa. Sé que el hombre de zapatillas rojas con suela azul nunca olvidará este momento. Siempre estaré con él en sus recuerdos. Tú le besarás, pero con el paso del tiempo ese beso desaparecerá y será sustituido. Pero yo siempre estaré. Y eso me hace feliz. Muy feliz. Sonrío. Sonrío mientras oigo los gritos de la gente. Sonrío mientras veo su mirada clavándose en cada parte de mi cuerpo. Sonrío mientras ella deja de tocar su hombro. Sonrío.
O eso creo»
Mi opinión personal (sin destripes)
Os he dejado uno de los relatos que encontraremos en este libro y como habréis comprobado encontramos originalidad, atracción y emoción. Ingredientes que un buen escritor debe saber combinar independientemente del número de páginas que formen su libro.
En los relatos que he leído reinan el ingenio y la sorpresa, ninguno de ellos me ha dejado indiferente y me ha gustado muchísimo como Elena Romera evita divagaciones y vaguedades para ir al instante mágico de cada relato. Me encanta, ya que no desvía mi atención en ningún momento.
Todas las situaciones y acciones conllevan una gran carga emocional, también son inspiradores.
Un relato nos debe proporcionar la información poco a poco para no abandonarlo y desear llegar al final, os aseguro que en 8 Minutos. O más no querremos suspender la lectura de ningún relato y más por los golpes sorpresivos que encontramos, golpes que no esperamos y nos descuadran. De este modo yo me vi atrapada con esta lectura, con mi atención al máximo. Enganchada totalmente.
Los finales esclarecen cada historia y dejan su huella, logrando emocionar y todos me dejan ese instante de reflexión que es adorable por la intensidad de cada uno de ellos.
También es adorable la escritura, cada frase cumple la función deseada.
Por todo lo que os he contado ya habréis comprobado que recomiendo su lectura, y me alegro de haberme dejado tentar por un libro que me ha impactado.
Con pocas palabras la escritora muestra una maestría especial para contar historias que quedarán dentro de nosotros. Originalidad con un toque de intriga.
Elena Romera, nacida en Madrid en 1980 es periodista sin ejercer. Diseñadora, ejerciendo. Una Dory (pez con mala memoria que acompaña a Nemo) con carácter.
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