A 150 años del Magnicidio de Juan Rafael Mora Porras
Odio,odio, odio,nuestro odiosurcará los tiempos.
Ay de quienen medio de tinieblasse atreva a encendercon flamante proclamael pebetero de la Verdad,la Justicia y el Coraje.
Ofreceremos treinta talentos de plataa quien lo ponga en nuestras manoso señale con dedo acusador.
Nuestros justicieros implacablesse encargarán del infortuniode sus leales seguidores.
Al lado de los suyosderramaremos su sangreentre Angostura y el Altar de Jobo.
En siglo y medio ninguna pleamar lavará nuestro visceral odioentre las cálidas arenasde El Nicoya.
Le llamaremos traidorpor romper para siemprelas cadenas de servidumbre.
Jamás perdonaremos su osadíapor expulsar con armas en manoa las huestes del Destino Manifiesto.
Será considerado sedicioso por construir una naciónlibre y soberana.
Con plomo y pólvoraen su corazón ardientesacrificaremos sus ideales.
Por exponer nuestras cobardesconspiraciones y turbios negociosapagaremos su dignidad de guerrero.
Al pueblo le eclipsaremossu dimensión de Elegido.A la ciudadanía le ocultaremossu proyección de Estadista.
Por decreto oficial,a lo largo de siete generacionesno se consignará su nombreen el Libro de los Héroes.
Trataremos de dispersar sus mortajas,para que no sea considerado mártir.
No tendremos reposotergiversando, difamando,destruyendo su legado humanista.
Que esta no sea su tierra,menos aún su Panteón.
Haremos de su noble espírituuna sombra apátrida en lasbrumas de la Historia.
Aborreceremos de su grandeza,no sea que se le llegue a compararcon Lincoln, Bolívar, Juárez o Martí.
Despreciaremos su visión universal.
Su valentía jamás nos quitará el sueño.
No permitiremos su lucidez y,a nombre del poder terrenal.
Nosotros, los hijos de nuestros hijosy los hijos de sus hijos también, odiaremos con odio cierto al Magno Libertador.
“Dilecti Filii illustris et Honorabilis Viri Joannis Raphælis Mora.” Papa Pío IX
Cuando se cerníaen nuestro horizontela más ignominiosa amenaza
en medio del pueblose levantó un hombreilustre de mirada altiva
de temple de aceroy brazo combatiente
desde el plácido vallecon verbo profético
se dirigió a sus congénerespara señalar camino y acciones
erguido y determinadoempezó a caminar
con su robusta pierna derechadio su primer paso
con su insobornablepierna izquierda prosiguióla Jornada de la Libertad
con voluntad inquebrantableabarcó las distanciasla multitud bravíaavanzó tras él
inspiradospor el enemigode servidumbres
al fragor del combatedesde el pérfido Norte
se cebaron las intensionesde los bárbaros esclavistasy desalmados invasores
rubricando con vidas propiasla emancipación de la Nación
pero destino y prójimoresultan con frecuenciacrueles e ingratos
no mucho despuésde haber regresadode la más grande gesta
el varón que caminósin hesitación a la batallacon el pecho henchido de coraje
se enfrentaría con elpelotón de fusilamiento
desde el improvisado calabozocon indescriptible desolación
remembró a la amada esposay su desdichada progenie forzadosal dolor y el desamparo
abominó del poderque le arrebataronlos conspiradores
elevó una plegaria por los suyosy por quienes se anticiparon
no le atemorizabasu cita con La Obscuridadsólo le angustiaba dejar de vivir
cuando la sedicióncubrió los suelos envilecidospor una gavilla de detractoreseran las quince horas en Puntarenas
los milicianosno podían sosteneren sus brazos el pesodel inminente magnicidio
con el tiempo pendiente del instantenadie nacido en esta tierra se atrevióa proferir la orden de fuego
el caudillo sin parangónobservaba lágrimas deslizándosepor las mejillas de los carabineros
nunca antesun corazón humanohabría latido con tanta fuerzaderrotando a los falsificadores de la Historia
ambición y traicióntransmutadas en crimenle resultaban inescrutables
al cerrarseel círculo de la verdadla propia existencia es ofrenda suprema
siendo este el mejor fin para los honorables
profirió la pólvorasu himno de muerte
las aves huyeron del horrory el jobo lloró sangre
cayó abatidoel guerrero inmortal
era media tardecuando la Noche Sin Finamortajó al mártir con pabellón extranjero
entonces
el manglar yel Silencio Eternobesaron tiernamente
al hijo más dilectoque hubiese recorridoestos Senderos del Creador…
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La Verdad es inmutable y profunda como el Gran Océano; la mentira es un cadáver putrefacto y a la deriva sobre la superficie de las olas.
Herbert E. Contreras Vásquez, poeta costeño.30/X/2014, Puntarenas