Protagonistas caídos en el Dos de Mayo

Por Ilustrado
 Ciudadanos de a pie perdieron la vida tras luchar sin desmayo contra las tropas de Murat.
Las revueltas ocurridas tiñeron las calles de Madrid de rojo. La sangrienta jornada en la que miles de ciudadanos se rebelaron de forma espontánea contra la ocupación francesa acabó con centenares de ciudadanos muertos y fusilados. Otros tantos soldados franceses fueron asesinados con cuchillos, tijeras y otras armas improvisadas por la multitud que se levantó contra las tropas del general Joaquín Murat.
Los altercados comenzaron en las proximidades de la calle Mayor, donde grupos de manolos y chisperos se revolvían contra los galos. Personas de todas las procedencias, costureras, panaderos, herreros, labradores y curas, participaron en la refriega que se fue extendiendo por las callejuelas de la capital, el palacio Real, Sol, la Cebada, el Rastro o la Puerta de Toledo. Mujeres y niños desempeñaron un papel importante en el levantamiento.

ESCULTURA DE DAOIZ Y VELARDE FRENTE A LA PUERTA DEL PARQUE DE ARTILLERÍA DE MONTELEÓN, EN LA PLAZA DEL DOS DE MAYO DE MADRID
Uno de los combates más crueles se produjo en el parque de Artillería de Monteleón, en la calle de San Bernardo. Tras horas de lucha despiadada se impusieron los franceses por número a la valentía de los paisanos. Muchos fueron represaliados por la noche cuando las tropas francesas cortaron la revuelta. Cualquier ciudadano que portase algún arma o instrumento susceptible de matar era fusilado en el acto. Los personajes civiles más destacados de la jornada fueron:
Clara del Rey y Calvo
Fue una de las más ilustres heroínas. Tenía 47 años, había nacido en Valladolid y era la octava de diez hermanos, que llegó a Madrid huyendo del hambre y las malas cosechas. Habitaba en el número 11 de la calle de San José, junto al parque con su marido Manuel González Blanco, sastre de profesión y con un establecimiento en la calle de Toledo, y tres de sus cinco hijos, Juan, Ceferino y Estanislao, el mayor de 19 y el menor de 15 años.
Según unas vecinas, Clara del Rey salió de su casa en busca de su marido y sus hijos al enterarse del levantamiento popular contra la soldadesca napoleónica.
Desde el primer momento del tumulto exhorto a su marido y a sus hijos, a tomar parte en la jornada patria. Trabado el combate, no se apartó un momento del lado de los cañones, mientras gritaba “¡Morir matando...!, ¡No más esclavos!”, “¡Viva Fernando VII!, ¡Viva España!”, “¡La Patria está en peligro!”, contaron algunos testigos.
Recibió la muerte, herida en la frente por el casco de una bala de cañón. Se la enterró de misericordia en el cementerio de la Buena Dicha, entre las calles Libreros y Silva. Según unos supervivientes, la mujer acercaba municiones a los soldados y paisanos.
El mayor de sus hijos, Juan González Rey, sentó plaza de soldado en la 5ª Compañía del tercer escuadrón de Cazadores de Sagunto e hizo la guerra para defender la Patria. El resto de familiares murió aquel día en Monteleón.
 

CLARA DEL REY JUNTO AL CAÑÓN EN LA
DEFENSA DEL PARQUE DE ARTILLERÍA DE MONTELEÓN, POR SOROLLA

Manuela Malasaña
No alcanzó a llegar a su casa del número 18 de la calle de San Andrés. La joven costurera Manuela Malasaña, de apenas 15 años, fue fusilada por soldados franceses, en el barrio de las Maravillas, muy cerca de su hogar. Las primeras informaciones apuntaban a que la joven chispera habría muerto mientras ayudaba a su padre, Juan Manuel Malasaña, a defender el parque de Artillería. Manuela y su madre, María Oñoro, estuvieron codo con codo junto al patriarca de la familia, facilitándole los cartuchos para que disparara con su trabuco.
Manuela ayudaba a los paisanos que luchaban dándoles de beber de una bota, según algunos de los supervivientes. Hasta que Manuela recibió un disparo mortal. Y a pesar de tener el cadáver delante, Juan Manuel Malasaña continuó disparando, con lágrimas en los ojos, hasta que se quedó sin munición.
Sin embargo, informaciones posteriores puntualizan que la joven no salió del taller de costura donde trabajaba hasta el anochecer. Varios testigos relatan que la dueña del establecimiento impidió a sus trabajadoras salir del edificio, ante el peligro que suponía el intercambio de tiros que se produjo ayer en toda la zona.
Esas mismas fuentes sostienen que la joven fue detenida por una pareja de soldados franceses cuando se aproximaba a su domicilio ya de noche. Los dos hombres trataron de abusar de la chiquilla. Pero ésta, en un gesto de valentía, sacó de su faltriquera unas tijeras que utilizaba para su labor y se defendió con ellas. Esta acción fue la causa directa de su muerte.
Las tijeras han sido consideradas como prueba de cargo, porque el uso de un arma ofensiva contra el Ejército francés es causa de fusilamiento. Así lo establece el Decreto de Guerra firmado por Murat, que entró en vigor esa misma tarde.
Manuela Malasaña, que en la relación de víctimas aparece como la número 74 de los 409 muertos, fue enterrada en el cementerio de la Buena Dicha, en la calle de Silva.
Otros civiles que cayeron en la batalla de Monteleón son: la maja Ramona García, de 34 años; la malagueña de 50 años Juana Fernández. Fallecieron también los panaderos Guillermo Degrenon, Pedro del Valle y Antonio Vigo. Y la viuda María Beano, que falleció al tratar de alcanzar el cuartel para ayudar en su defensa. También murió el niño de 11 años Pepillo Amador, que pasó toda la mañana ayudando a sus hermanos Antonio y Manuel. Son sólo algunos de los héroes que participaron en el alzamiento.
 MANUELA MALASAÑA
  Algunos militares desoyeron la orden de no combatir
Los militares españoles destinados en Madrid, unos 4.000 infantes y menos de 2.000 jinetes, tenían órdenes de la Junta de Gobierno de permanecer alerta en sus puestos con las armas descargadas y evitar cualquier refriega con los franceses. La Junta había prohibido cualquier enfrentamiento. Pero un pequeño grupo de soldados sintió la responsabilidad de ponerse de lado del pueblo:
Luis Daoíz y Torres
El capitán de artillería Luis Daoíz,
jefe sublime de la defensa del Parque, nacido en Sevilla el 10 de Febrero de 1767. Murió en su casa de la calle de la Ternera, a consecuencia de las heridas provocadas por las estocadas de sables y bayonetas que la soldadesca francesa le infligió en la defensa del parque de Artillería de Monteleón.
Daoíz luchó con valentía durante tres horas contra las tropas del general Lagrange para defender el acuartelamiento, situado en la calle de San Bernardo. Siete soldados franceses le dieron muerte cuando estaba malherido y con una bala alojada en la cadera.
Aquel 2 de mayo, Daoíz estaba destinado, junto con una docena de soldados españoles, al parque de Artillería, que estaba controlado por un destacamento de 80 soldados franceses.
Daoíz, de baja estatura, tez morena y grandes ojos, tenía carácter reflexivo y templado, dudó hasta el último instante si batirse contra los franceses o acatar las órdenes de la Junta de Gobierno, pero su patriotismo, al ver cómo los soldados galos trataban sin compasión al pueblo madrileño, inclinó la balanza.
El capitán tenía una vasta formación militar, amplios conocimientos en matemáticas, y grandes dotes tácticas. Su disposición de los cañones en la puerta del parque de Artillería fue decisiva para contener durante más de tres horas a las tropas francesas. Podía hablar latín, inglés y francés, aprendido durante su cautiverio en Toulouse tras la guerra del Rosellón y durante sus años de formación en un colegio jesuita en Sevilla. Daoíz estaba a punto de casarse con una joven de la nobleza de Utrera. La mujer se retiró a un convento desconsolada por la pérdida de su prometido.

 CAPITÁN LUIS DAOÍZ
Pedro Velarde de Santillán
El capitán de artillería Pedro Velarde, glorioso organizador de la defensa del Parque, nacido en Muriedas (Cantabria) el 25 de Octubre de 1779. Murió a los 28 años de un balazo a bocajarro en el pecho mientras defendía el cuartel de Monteleón. Velarde, experto en artillería, era capaz de calcular a qué velocidad vuelan las balas. Las que matan y las que pasan de largo, pero no pudo calcular la trayectoria de la que acabó con su vida. Un oficial polaco de la guardia noble del Ejército napoleónico le disparó con una pistola.
Velarde estaba destinado en el Estado Mayor de Madrid. Pero aquel 2 de mayo, cuando este cántabro escuchó los primeros disparos de las tropas francesas contra el pueblo, sintió cómo le hervía la sangre. “Es preciso batirnos; es preciso morir; vamos a batirnos con los franceses”, aseguran unos testigos que comentó antes de dirigirse, con tan sólo 37 hombres, al parque de Artillería para dar armas al pueblo. Allí se topó con el destacamento francés que controlaba el cuartel y que triplicaba en número a sus seguidores. Velarde logró neutralizarlo sin siquiera desenvainar su sable.
De espíritu ardiente, Velarde distribuyó eficazmente por el cuartel a los dos centenares de paisanos que habían ido a Monteleón a luchar contra los franceses. El capitán cayó fulminantemente en la puerta del cuartel donde resistía el embate de los franceses. Su cuerpo sin vida fue envuelto en una lona de una tienda de campaña y trasladado a la iglesia de San Martín donde fue enterrado junto al cuerpo de su compañero Luis Daoíz.
 CAPITÁN PEDRO VELARDE
 Jacinto Ruiz
El teniente Jacinto Ruiz Mendoza era natural de Ceuta, donde nació en 1779, resultó herido muy grave durante el enfrentamiento que encabezaron los capitanes Daoíz y Velarde en el acuartelamiento de Artillería. Ruiz comenzó mal el día; se encontraba enfermo y sólo los graves altercados lo llevaron a levantarse de la cama e incorporarse a su puesto en la tercera Compañía de Voluntarios del Estado del capitán Goicoechea.
Cuando entró en el parque de artillería, el teniente formaba parte de la Compañía que el Marqués de Palacio, su coronel, dio al capitán de artillería Pedro Velarde para tomar el parque. Junto a Velarde, obligó al destacamento galo que controlaba el acuartelamiento a deponer las armas. Cuando lo consiguió, Ruiz retiró los mosquetes y pistolas a la soldadesca y las repartió entre el pueblo que acudía dispuesto a desafiar a los franceses. El teniente quedó a cargo de la custodia de los soldados de Murat.
Tuvo a su cargo el cañón que miraba a la parte alta de la calle de San José, recibiendo una impacto de bala en el brazo izquierdo mientras dirigía la pieza de artillería.
Después estuvo al mando de los últimos pelotones que se organizaron para defender el parque, hasta que recibió otro un disparo de mosquetón que le entró por la espalda y le salió por el pecho. Fue trasladado a su casa y atendido por el doctor José Rives, luego escondido en Trujillo (Cáceres), donde murió.
 
TENIENTE JACINTO RUÍZ