No sé en qué terminará el movimiento de los “indignados”, ni tan siquiera cómo logrará sobrevivir al verano que se avecina, pero me consta que han molestado al sistema porque ha puesto en evidencia todas sus vergüenzas. Sólo por ello merece respeto y acompañamiento. Han demostrado valentía, dignidad y solidaridad, tres valores que hoy no se prodigan. Todo lo que dicen en sus manifiestos y en sus asambleas es cierto, verdades como puños, y el poder, en lugar de escucharles, les disuelve con fuertes cargas policiales porque les quiere, nos quiere a todos, callados y doblegados. Nos prefieren resignados antes que cabreados para poder mover los hilos de nuestras vidas, como si fuéramos títeres sin voluntad propia, en función de los intereses del mercado. Ayer un grupo de jóvenes entró en la sede de la CEOE en protesta por la reforma de la negociación colectiva. La movilización fue pacífica, demostrando una vez más que cuando tienes razón no necesitas acudir a la fuerza como defienden Rubalcaba y otros consejeros autonómicos de Interior. La patronal merece que alguien le plante cara y si no lo hace el Gobierno lo tendrá que hacer la ciudadanía. Al menos, que todos sus abusos y atropellos no les salgan gratis.