Protestar (orinar) en la calle

Publicado el 03 diciembre 2013 por Oscar @olavid25

Los editores de los informativos de televisión adoran las semanas que son como estas últimas, llenas de protestas en las calles, barricadas y porrazos de la Policía y un par de frases traducidas sobre la marcha de un joven reafirmando el carácter pacífico de las manifestaciones. Con la sección de internacional resuelta y bien nutrida, el editor (que es el director del programa) puede dedicar sus esfuerzos a repartir el tiempo entre el Gobierno y la oposición, una labor que conoce bien porque se dedica a ello desde siempre. PP y PSOE van a medias con el tiempo en televisión. Son como el Barça y el Madrid, como River y Boca, como Dinamo y Spartak, la CDU de Merkel y el SPD de vaya usted a saber quién.

El planeta está partido en dos. Mi admirado Adolfo Arranz ha podido comprobarlo en Bangkok. No sé qué le ha llevado hasta allá y si ha dejado todos los lápices en su casa de Hong Kong pero habrá podido comprobar que en Tailandia van siempre amarillos contra rojos y el lío ha vuelto, como predijo el corresponsal de El Mundo David Jiménez. En Ucrania, son naranjas contra el Gobierno pro ruso, la segunda parte de una revolución pendiente.

Las chicas de Femen tuvieron que orinar sobre el retrato del presidente Yanukóvich para salir en la tele, porque ahora la atención está centrada en la Plaza de la Independencia y en los miles de concentrados en Kiev que piden la dimisión del Gobierno que mantiene en la cárcel a Yulia Timosenko, la mujer de la trenza perfecta. No sé si hay razones para ello, pero no me gustan los gobiernos que encarcelan. Putin tiene en la cárcel a las Pussi Riot y acaba de liberar al último de los activistas de Greenpeace, el ejército egipcio mantiene entre rejas a Mursi y la justicia española a Otegi. Si hay que elegir, me quedo con las punkis rusas. Serán mi Barrabás.

La atención mundial está hoy en Ucrania, como ayer estuvo en Egipto, en Siria, en Libia, en Filipinas, en el corazón ardiente de Fukushima, en Afganistán, en la plaza Farduss de Bagdad o en el World Trade Center. Hay protestas frescas y calientes de la oposición hondureña, que todavía llora el último golpe sordo, ignorado por la comunidad internacional, pero también en Grecia, donde Amanecer Dorado pide que se libere a sus fascistas encarcelados, y en esa España que clama contra los recortes todavía de forma civilizada.

Entender el mundo se ha convertido en un imposible. Algunos lo experimentamos a distancia con aquel Líbano todavía hoy indescifrable. Luego, fue la guerra de los Balcanes, mil guerras en una, que nos trajo lo peor del ser humano a las puertas de casa. Observamos apenas con curiosidad, como si se tratara de una película, por eso necesitamos que nuestros corresponsales se planten en la calles de Mogadiscio, en Niamey o frente a las casas quemadas de los cristianos en el Tíbet para ser conscientes de que el dolor es real y la historia no forma parte de una  nueva temporada de ese mundo de buenos y malos que es Homeland.