Provocar -como verbo- es ya mismo una acción autoconsumida. Llamar a provocar, provoca, en cuanto alerta e incómoda. Que es lo que solemos hacer quienes hablamos en público. Seducir es provocar, enseñar es provocar. En ambos casos, a amar algo. Incluso escuchar atentamente es provocar en esta cultura de la interrupción.
En 1992, en TV y en prensa los pechos de Fa fueron provocación. Se provocó que una sociedad reconociera cercana a una marca por publicitar con lo cotidiano. Con lo doméstico, también en 2014 Podemos y le petit Nicolás provocan cuando hacen uso público de imágenes y textos reservados antes a le petit comitè. Provocan al Comité para usarlo de trampolín. Ese lenguaje también provoca sorpresa (y por ende, reconocimiento y recordación) a la sociedad
Días atrás, participe de unas charlas sobre contenido en la Socialmedia Session, donde hice hincapié -para generar reconocimiento- en el de provocar la atención. Con buen tino, por ejemplo Eva Sanagustín tuiteaba sus dudas sobre la provocación como directriz de la estrategia de contenido, que luego argumentaba en una posterior newsletter (imperdible). Eva tiene razón en dudar (o en no coincidir 100% conmigo como decía) respecto de mi temeraria convocatoria de “¡provoca!“. También he dudado y recientemente he decidido cruzar barreras. Corporativamente tenemos una Europa políticamente correcta que peca de provocar sopor y que sigue a la vez careciendo de buenos manuales de resolución de crisis de comunicación. Hoy día otras regiones parecen mas dispuestas a innovar en sus mensajes.
Hay por otro lado otra Europa (¿mas joven?) que nos muestra un lenguaje menos encorsetado, que va desde lanzar tacos textuales en Twitter a lo visual en topless selfies en Instagram o Tumblr, que ofende poco mas que a los managers del ayer. ¿Acaso no decíamos “cuida tu perfil, tu imagen personal, tu foto de avatar, tu historial biográfico”?. Lo siento amigos, vamos camino a ser dinosaurios. Como suele ser. Una nueva generación de consumidores digitales va mucho mas allá de los estilos políticamente correctos y acepta a aquellos que pueden motivarlos y sorprenderlos, provocandolos a estar motivados y a sorprenderse.
Decia Virginio Gallardo que somos “expertos del pasado”. Una buena forma de mantenerse experto en el presente es provocarse a uno mismo dudar sobre nuestro conocimiento al exponerlo públicamente. Porque aprendemos por interacción.
Esta es la presentación de marras, que tenía pendiente colgar.