Vivo en una localidad pesquera y agrícola a la vez, cuya economía se apoya —en gran parte— en el turismo.
Gente de todas partes acude a broncearse a las playas de Cambrils cada verano, a sentir la arena bajo los pies y a dar largos paseos por el paseo marítimo; algunos hasta se quedan todo el año a disfrutar de amaneceres luminosos y puestas de sol que caen sobre las barcas amarradas del puerto.
Este mes el reto ha caído sobre esta parte del mundo que, por el momento, es mi lugar al que volver.
*