Y esto es lo que trata esta magnífica película.
Prozac Nation nos muestra la desgarradora historia de Lizzie Wurtzel, una joven problemática a la que conceden una beca para estudiar periodismo en la prestigiosa Universidad de Harvard.
Después de que su padre la abandonara, desarrolla una fobia al rechazo y la necesidad de tener a alguien a su lado que la proteja, la entienda y la cuide, por lo que su madre cree que ir a la universidad será bueno para ella.
En el primer año de universidad conoce muchas y variopintas personas, pero eso no evita que se siga sintiendo sola, abandonada, traicionada. Por lo que recurre al sexo, a las drogas y al alcohol para sentirse mejor, en realidad los usa como medio de escape de su vida, pero sus cambios de humor y personalidad, el que siga metiéndose en problemas, la lleva a realizar una terapia para mejorar su conducta. Ya no quiere fingir más ser el tipo de persona que no es, quiere liberarse de ese problema que cada día la oprime más y la impide vivir la vida que ella desearía.
Es sin duda el relato de una realidad, de un problema por el que muchos pasaron y pasan. El miedo al rechazo, incluso el miedo a ser uno mismo. Ese miedo que nos lleva en muchas ocasiones a fingir una actitud que no corresponde con la nuestra, nos empuja a ser quienes no somos conllevando unas duras consecuencias que son difíciles de afrontar, y que hacen que nuestra vida se complique a pasos agigantados, sin que podamos poner remedio.
En la piel de Lizzie encontramos a una grandiosa Christina Ricci, acompañada por un elenco de actores más que notable como son: Jessica Lange, Michelle Williams, Jason Biggs o Jonathan Rhys Meyers entre otros. Hay que alabar que una producción como esta tenga a tan codiciados actores en cartel y, aunque no con toda seguridad, podría decir que sin estos actores quizá la película hubiese tenido menor repercusión y hubiese despertado menor interés del público.
Siempre he pensado que en una producción se deben dar varios factores para que ésta sea, en cierta medida, un éxito. Una buena historia, guionizada de la mejor forma posible, que es bien interpretada por actores de calidad, dirigidos con destreza y naturalidad en unos escenarios acordes bajo una realización que apoya, narrando bajo una técnica impecable, todo aquello que se describe en el guión, podrá convertirse en una gran producción que, a buen seguro, cautivará al respetable. Y considero que esta película cumple en prácticamente todo.
Está claro que este plantel de actores no sería nada sin un buen guión ni sin que todo sea captado de la forma correcta. Y de esto se encarga el realizador, Erik.
Quedé fascinado con la realización desde el primer momento. Cómo lograba aportar fuerza e intensidad al texto con los diferentes movimientos de cámara, a veces más violentos y otras más pausados. Con los acertados planos para cada situación y el magistral uso del desenfoque. Todo contribuye para que el producto final sea un bloque compacto e indivisible, con todas las partes perfectamente hilvanadas logrando una producción interesante y ejecutada a la perfección.
Erik, mediante una realización muy cuidada, consigue potenciar los sentimientos mostrados en las diferentes situaciones por Christina Ricci. Hay bastantes planos y técnicas empleadas en los que esto se potencia sobremanera. Uno de ellos es cuando Lizzie está escribiendo una crítica sobre Springsteen, pero no logra dar con algo lo suficientemente bueno. Durante unos días su existencia se basa en escribir esa crítica. En un momento dado, hay un primer plano de Lizzie en el que la cámara se mueve en torno a ella realizando un traveling circular. Este movimiento de cámara potencia su obsesión por conseguir escribir la crítica. El realizador se centra sobre ella y sus pensamientos, desdibujando el fondo; todo lo demás. Atrayendo toda la atención sobre Lizzie.
Otro ejemplo es la aceleración o desaceleración del tiempo empleada en postproducción en ciertas situaciones en las que Lizzie es superada por algo y estalla. O simplemente, cuando no está en plenas facultades. De igual manera usa el reflejo de la actriz sobre cualquier material, dándonos a entender que Lizzie no es más que un reflejo de lo que realmente podría ser. Y también está el bellísimo recurso del desenfoque, usado para censurar ciertas partes, ciertos momentos y a ciertas personas, guiando nuestra atención hacia lo realmente importante. De igual manera se usa el desenfoque en algunas partes para crear planos más poéticos, más bellos.
En referencia a la banda sonora, se puede decir que es casi inexistente. Tan sólo la música en vivo, bien la arrugada y sorda voz de El Jefe reproducida por un tocadiscos o la ronca voz de un tipo que canta en un bar, acompaña algunos de los momentos más relevantes para Lizzie. Como cuando conoce a Noha o cae en la obsesión por escribir una crítica perfecta, lo que hace que entre de lleno en una crisis profunda.
Las voces, el llanto y los ruidos abundan y se postulan como una banda sonora simple y acertada, que acompaña cada situación como lo que es: un momento en el que la vida te golpea con todas sus fuerzas.
Como éste, hay otros tantos ejemplo. En verdad el lenguaje no verbal está muy presente en esta producción, bien sea acompañando al lenguaje verbal o hablando por sí solo. Me gusta que se use este recurso porque no todos los realizadores se preocupan porque sus actores expresen tanto con el cuerpo como con las palabras. Es algo interesante en lo que fijarse.
Y los actores tienen mucho que ver en esto. Prozac Nation cuenta con un grupo de actores impresionante. En realidad, no pensaba que esta producción tuviera a tan reconocidos intérpretes en plantilla.
Todos recordamos a Christina Ricci por su papel en La Familia Adams (Barry Sonnefneld) como Miércoles o en Sllepy Hollow (Tim Burton). En su prolífica carrera ha interpretado papeles de diversa índole pero, comúnmente, es recordada por sus personajes más siniestros y desestabilizados. Su actuación es única. Logra, de principio a fin, que tan sólo veamos a una tal Lizzie. No interpreta a un personaje sino que se convierte en él. Su naturalidad a la hora de abordar cada situación por la que pasa su personaje, por muy dura que pudiera llegar a ser, es el motivo por el cual su interpretación es tan pura y tan convincente. Reproduce a la perfección los cambios de humor de su personaje. Y considero que ha sabido cargar con el peso de la producción en todo momento.
Otro personaje importante es aquel interpretado por una jovencísima Michelle Williams, Rubi, que se convierte en amiga de Lizzie al llegar a la universidad. Michelle interpreta a una amable joven que trata de ayudar a Lizzie a salir de su tempestuoso camino. Su interpretación es tan sólo correcta en alguna que otra secuencia, aunque hay que reconocer que en momentos puntuales parece despuntar aportando ese otro punto de vista tan importante a la película. Michelle ha sabido dotar de serenidad al personaje y servirse, en ciertos momentos, de la interpretación de sus compañeros para interpretar con la mayor intensidad posible su trabajo
Debo reconocer que uno de los actores me sorprendió en su papel. No es otro que Jason Biggs. Nunca lo había visto en esta tesitura. Interpreta el papel de un chico serio y responsable que se enamora de Lizzie. Pero Rafe tiene suficientes problemas como para encargarse de cuidar a una chica bastante peculiar que, además, le acosa. Se nota que Jason no está del todo cómodo en este papel. No se deja llevar por las cincunstancias ni vuelca sus emociones al personaje, lo que hace que se vuelva inexpresivo y casi carente de emociones. No expresa con la suficiente intensidad ni claridad lo que el resto y esto hace que desentone un poco. Su interpretación es más bien sosa e irregular.
Jonathan Rhys Meyers y Anne Heche son los otros dos rostros reconocidos. El primero interpretando a un amigo de Lizzie y la segunda, a su terapeuta. Jonathan no se impone límites a la hora de actuar y eso hace que su personaje tenga una personalidad bastante fuerte y que ninguna situación dentro de la película le supere. En cuanto a Anne, transmite seguridad y confianza. Logra ser ese contrapunto que equilibra las fuerzas entre lo negro y lo blanco de esta película. Aún manteniendo el rostro inexpresivo es capaz de llegar al público.
Como ya he dicho, esta producción no podría tener a mejores actores.
Esta es una película que no sólo nos cuenta la historia de una joven problemática con problemas. Nos cuenta su situación, cómo es capaz de empeorarla aún más, cómo llegó hasta allí y cómo lo soluciona. El que en todas las ocasiones en las que alguien muestra un comportamiento inadecuado se debe a algo que le ocurrió, por muy insignificante que pudiera parecer, en su momento. En que hay heridas que no se pueden sanar con una sola venda.
De igual manera, muestra cómo la solución no se halla en el alcohol o las drogas. En que los vicios no sirven más que para empeorar las cosas y hacer que el abismo en el que no sumergimos sea aún más profundo.
Prozac Nation critica, además, a ese tipo de personas que huye de los problemas escondiéndose bajo las alas de los antidepresivos, y trata, en un intento desesperado, de concienciar a la sociedad de que esas no es la solución. Muestra que la solución es admitir el problema para después enfrentarse a él sin más armas que la valentía y la constancia.
Y también se trata, sin duda, de una alabanza hacia aquellos que siempre nos acompañan, ya sea en los malos o en los buenos momentos. Un sentido homenaje a todas aquellas personas que están a nuestro lado cuando peor nos comportamos.
Esta es una película extraña, compleja y de difícil visionado. Ya que si el cine independiente y reivindicativo no llama tu atención, esta película perderá todo el interés para ti tras los diez primeros minutos. Es por ello que siempre he pensado que el cine independiente es algo especial, al alcance de muy pocos. De un público selecto que no se conforma con las superproducciones que rozan temas superficiales. Esta película está hecha para ese público, para un público exigente que busca algo más que una buena historia, un buen mensaje.