Empecemos por el principio para no perdernos y que luego digan que uno juega a la ciencia ficción. Así que empecemos por la ciencia ficción y acabemos con la realidad que nadie quiere escuchar. As usual…
Una guerra nuclear a pequeña escala destrozaría la capa de ozono.
Entre otras cosas, claro, pero dejemos los detalles para otra ocasión. Hay quienes han estudiado estos asuntos, como lo hizo en 2008 Michael Mills, de la Universidad de Boulder, Colorado.
Imaginaron un escenario de guerra entre India y Pakistán donde ambos, antes de quedar reducidos a información almacenada en hipotéticos libros de historia, se lanzan uno al otro el arsenal atómico de que disponen, esto es, unas cien cabezas nucleares con la potencia destructiva de la bomba de Hiroshima, alrededor de 15 kilotones cada una.
Un evento así ocurrido en esa región de Asia desintegraría el 40% de la capa de ozono a la altura del ecuador y el 70% en latitudes más septentrionales.
En torno a cinco millones de toneladas métricas de hollín se esparcirían por la atmósfera y, una vez en la estratosfera, la reacción del polvo con los rayos solares calentaría los gases de la zona y provocaría un efecto por el que se romperían las moleculas de ozono.
Se quejaban los científicos de que el Protocolo de Montreal de 1987 estableció las bases para la reducción progresiva de los clorofluorocarbonos, CFC, pero que nada se dijo nunca del peligro de las pruebas nucleares en este sentido, que sin embargo era bastante más importante que el peligro de los productos basados en CFC.
Y aunque una cosa no quita la otra, como dice Dan Plesch, de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos en Reino Unido, en el artículo de New Scientist del que procede esta información:
[Este estudio] debería disparar la alarma para recordarnos a todos que una guerra nuclear puede destruir nuestro mundo muchísimo más rápido que las emisiones de dioxido de carbono.
El caso es que el estudio superaba las estimaciones realizadas, o aceptadas –o publicadas…—, hasta entonces de los efectos de la energía nuclear en las capas altas de la atmósfera.
Y quizás llegó demasiado tarde. Digamos que unos cincuenta años, chispa más o menos…
La Bomba del Zar, bomba Emperador o emperador de las bombas (en ruso: Царь-бомба, Tsar Bomba), fue una bomba de hidrógeno desarrollada por la Unión Soviética, responsable de la mayor explosión causada por manos humanas. Fue detonada el 30 de octubre de 1961 como demostración, a 4 km de altitud sobre Nueva Zembla, un archipiélago ruso situado en el Océano Ártico. La lanzó un bombardero Tupolev Tu-95 modificado.
Aquí no es el hollín lo que asusta. Es la energía térmica liberada en la atmósfera, capaz de transformar el oxígeno y el nitrógeno en óxido nítrico, responsable de la lluvia ácida y la destrucción de la capa de ozono.
Para el común de los mortales, el óxido nítrico debido a la actividad humana se debe a la contaminación industrial. Que vale. Que sí. Que aquí no se defiende la industria contaminante, ni mucho menos…
Pero hacerle agujeros a la estratosfera es harina de otro costal. Es más, y aunque pocos tengan la dignidad de reconocerlo, a día de hoy no se ha podido explicar cómo los gases contaminantes de la actividad humana diaria llegaron tan alto… en realidad, estamos ante un caso de pseudociencia institucionalizada, así que…
Amantes de ovnis y fantasmas, aún hay esperanzas…
Pero esas son otras historias.
Uno no debe buscar muchos artículos al respecto para comprender lo que la energía térmica liberada en esos pocos segundos que dura una explosión nuclear pudo hacer con las moléculas de ozono y tal. Así que, por mí, acabaría el artículo aquí, pero como queda corto y no tengo tele, seguiré un poco más.
La onda de choque fue lo bastante potente como para romper vidrios gruesos incluso a más de 900 km de la explosión, y fue grabada girando alrededor de la Tierra tres veces. La nube de hongo producida por la explosión se elevó a una altitud de 64.000 metros antes de nivelarse. La energía térmica fue tan grande que podría haber causado quemaduras de tercer grado a un humano que se encontrara a 100 km de la explosión.
Estados Unidos, en virtud de eso que dicen “defensa propia”, al saber de la Tzar Bomba, decidió sumarse a la orquesta con el pandero y el tambor, y ya puestos, con todos los cacharros del fogón.
Enumerar la cantidad de pruebas nucleares realizadas desde entonces queda fuera del rango de capacidades de este blog, pero tampoco harán falta muchos artículos para imaginárselo. Baste con los ejemplos que el mismo artículo de la wikipedia recién citado da, según el cual apenas se superaron los 25 Megatones en las diferentes pruebas realizadas en el Pacífico Sur, fuesen cuantas fueran. Esto es, mil y pico veces la potencia de Little Boy –nombre patéticamente sarcástico en su día, tristemente profético con los años por venir— en cada prueba.
Pero no hace falta tener en cuenta las pruebas nucleares en tierra y baja atmósfera al uso. Porque la historia de la Guerra Fría es todo un reflejo del progreso.
La bomba fue lanzada por medio de un cohete fabricado en Los Alamos Scientific Laboratory (Laboratorio Científico de Los Álamos). La explosión de esta prueba atómica ocurrió a 400 km. (250 millas) sobre la isla de Johnston en el Océano Pacífico.
Esto es, una prueba nuclear en el espacio exterior. Durante apenas media hora, la luna lució en rojo y, el centro de luz blanca que marcaba el lugar de la explosión encendió los cielos del hemisferio sur con rayos de oro y rosas. Sin duda, los testigos que fueron aquel día debieron comprender enseguida que la muerte, en ocasiones, puede ser lo más bello que un ser humano haya conocido jamás.
Hartley va más allá y especula con la idea de que las pruebas nucleares no sólo provocaron el agujero de ozono antártico, sino que serían en buena medida responsables del derretimiento del hielo ártico, por un lado, y de la subida de temperaturas en el Océano Pacífico, por otro.
Y, por cierto, Hartley sí parece haber contado las explosiones nucleares en la atmósfera: 331.
Pero no es un dato fiable y resulta a todas luces impreciso.
Sólo se tuvieron en cuenta las pruebas realizadas por Estados Unidos.
Ahora sí. Ya podemos acabar el articulo con una longitud decente y algo más de información para quien le interese ir más allá de los desodorantes prohibidos como causa de los males que nos acucian.
El vídeo adjunto reúne una hora de imágenes originales y desclasificadas en relación a las pruebas nucleares realizadas por Estados Unidos, en concreto la Starfish Prime: