La arqueología lo contiene todo.
Marija Gimbutas
Hemos sido arrasadas por ideologías y teorías occidentales basadas en la inequidad de género. Nos han ninguneado y quitado el poder, lo cual condiciona las percepciones de académicos y científicos.
Los estudios antropológicos, etnográficos, mitológicos, lingüísticos, culturales, artísticos y arqueológicos de investigadoras como Marija Gimbutas y Ruth Shady nos acercan, a través de evidencias, a nuevas perspectivas. Nos introducen en el análisis de la arqueología descriptiva, con estudios transversales que se iluminan con el pensamiento intuitivo y cósmico, permitiendo dar «vida» a esas civilizaciones, que hoy son cuerpos momificados y restos de cerámicas, a través de ese proceso de exhumar e inhumar momias, unir fragmentos, huesos, trazos, colores, ropas, signos y gestos que nos dicen algo.
En ese trabajo de reconstrucción, nos asombran y pican la curiosidad por la búsqueda de mundos desconocidos, cercanos y propios del origen, que siempre esperan. Y lo más cumbre es conocer el papel de nuestras antecesoras, mujeres gobernantes de grandes civilizaciones que nos alientan a empoderarnos y dejar atrás la fatalidad del destino, las servidumbres naturalizadas y las cosificaciones.
Mientras la arqueóloga lituana Gimbutas investigaba sobre la cultura indoeuropea en el mundo de la arqueología, con más de doce mil registros de fotográficos y excavaciones, siendo fundadora de la arqueomitología, la peruana Ruth Shady descubre la Ciudad Sagrada de Caral-Supe, en el departamento de Lima. Esta es una de las seis primeras civilizaciones del mundo, con más de cinco mil años de antigüedad, anterior a la cultura olmeca, india, china y cretense, pero no tanto como la de Egipto y Mesopotamia. Es, eso sí, la más antigua de América. Es la mater, la génesis de la civilización andina.
Con este hallazgo, se comprueba que existieron civilizaciones que no tenían la guerra como prioridad y la diversidad de lenguas y culturas apuntaron al trabajo cooperativo para convivir en paz por más de un milenio. Aquí, la mujer y el hombre gobernaban con base en el respeto, sin competencias y con funciones respectivas. A través del trabajo diverso, integraron a poblaciones de la costa, la sierra y la selva, compartiendo productos alimenticios, artísticos y culturales.
La mujer y el hombre eran dioses y diosas que ocupaban cargos religiosos y de gobierno político. Había mujeres con cargos de poder, como la Señora de los Cuatro Tupus (prendedores) o la Dama de los Cabezones. Según la leyenda de la diosa serpiente Siwar Q’enti (mitad humana y mitad serpiente), la civilización Caral-Supe fue fundada para ser un reino próspero y pacífico. También se ha descubierto a la Dama de Cao, de hace 1.700 años, de la cultura preinca mochica, que fue gobernante, sacerdotisa, adivina y curandera; a las tres reinas de Wari, la sacerdotisa de San José de Moro, a la Señora de Huarmey, a la sacerdotisa de Chornancap, las curacas huancas, la curaca Curycoca, entre otras.
El pasado se hace presente al estudiar estos descubrimientos. Al apropiarnos del valor histórico, nos identificamos, forjando estima y amor propio. Esto, de alguna forma, aleja la violencia y el femicidio. Revelar la importancia de las mujeres de civilizaciones pasadas nos permite darnos cuenta de sus saberes. Sin embargo, muchas veces, al haber caído en manos del poder patriarcal machista, ellas fueron invisibilizadas, como nosotras hoy.
La civilización sagrada de Caral-Supe ha sido estudiada apenas en un veinte por ciento y todavía guarda mucho conocimiento, mientras «duermen» muchas de esas mujeres. Por eso, agrego esta reflexión: «Cabe destacar el tratamiento del territorio andino, conservando un estado de paz como característica de su gestión, favoreciendo el intercambio intercultural, fomentando asimismo el desarrollo humano por medio de la música y otras artes».
Somos todas las mujeres en una, como Ishtar, Coatlicue, Tonantzin, Pachamama, Mama Quilla, Yacu, Coyolxauhqui… Y hoy, en doscientos años de vida republicana, desde 1824, tenemos a la primera presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum Pardo, quien plantea: «Sigamos haciendo historia». Fue elegida con más de un 62%, lo que nos inspira a seguir luchando y a construir esperanza en «el disenso, la diversidad política, cultural, racial, de género, sexual y religiosa. Con diálogos, abrimos caminos de paz».
Rosa Anca