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Psiquiatras, psicólogos y otros enfermos - Rodrigo Muñoz Avia

Publicado el 18 junio 2012 por Esperanza Redondo Morales @esperedondo
Psiquiatras, psicólogos y otros enfermos - Rodrigo Muñoz AviaPublicación: Madrid: Punto de Lectura, 2006
Edición: 1ª ed.
Descripción física: 233 p.; 20 cm.
ISBN: 84-663-6859-0
CDU: 821.134.2-31"19"
Signatura: N MUÑ psi
Precio: 7,99 euros en la Casa del Libro


¿QUIÉN ESTÁ PEOR DE LA CABEZA?
Hasta hace un par de meses no tenía ni idea de la existencia de esta novela ni de su autor. Pero un día en el trabajo, hablando de libros y lecturas, me enteré de que una de mis compañeras tiene un marido escritor (bueno, en realidad es el único marido que tiene, no es que tenga ningún otro marido más con otra profesión); y cuando mencionó el título de uno de los libros que había escrito, le pedí que me lo prestara porque tenía claro que seguro que me iba a gustar. Y es que tengo amigos y conocidos tanto psiquiatras como psicólogos, y muchas veces les digo que por lo general ellos suelen estar peor que los pacientes a los que tratan; así que no me podía resistir a leer un libro en el que ya directamente en el título se les incluye en la categoría de enfermos...
Argumento y personajes
En esta novela se nos cuenta el día a día de Rodrigo Montalvo, un hombre de 37 años que vive feliz con su mujer, Pati, sus hijos, Belén y Marcos y su gato Arnold, que a pesar de ser un gato tiene la curiosa costumbre de ladrar de vez en cuando. Como veremos, Rodrigo tiene una familia que le quiere, y además vive en una casa preciosa y tiene un buen trabajo en la empresa familia de ascensores Germán Montalvo, en la que él es el director general y su padre, Germán, es el presidente; aparentemente, no puede pedirle más a la vida.
El único problemilla de Rodrigo es que de vez en cuando, así como quien no quiere la cosa, cuando se pone nervioso se le traba la lengua y dice algunas cosas cambiando las letras; por ejemplo, en lugar de decir "quiero vivir mi vida" dice "quiero vivir mi diva", o cambia unas palabras por otras, y cosas así. Pero lógicamente, esto no es para preocuparse ni muchísimo menos; total, a una tontería como esa, teniendo una vida casi perfecta, no merece la pena ni que se le dé importancia. Aunque claro, con lo que nuestro protagonista no cuenta es con que un día tiene ese lapsus precisamente delante de Ernesto, el marido de su hermana Nuria que, casualidades de la vida, es psiquiatra. Ernesto es tan perfecto, tan inteligente, tan cuadriculado, que no puede dejar pasar la ocasión de decirle a Rodrigo que por supuesto está clarísimo que necesita ayuda (porque una cosa aparentemente tan poco importante como la parafasia puede derivar en otros problemas mucho mayores y con más difícil solución), y que él se la puede prestar perfectamente; y eso que ese día a Rodrigo le dio el lapsus precisamente por culpa de Ernesto, que llevaba una chaqueta horrorosa con unos botones peludos muy extraños...
Rodrigo tiene claro que no le pasa nada, que se encuentra perfectamente y que no necesita ayuda de nadie y mucho menos de un psiquiatra; pero cuanto más le insisten sus familiares en preguntarle si de verdad está bien, más nervioso se pone; y claro, cuanto más nervioso se pone, más ataques de parafasia le dan y más fuertes cada vez. Así que para que le dejen tranquilo, finalmente decide ir a la consulta de Ernesto para comenzar con el tratamiento. Después de la primera sesión, Rodrigo sale de la consulta de su cuñado con la sensación de haber perdido el tiempo, y días después recibe de él un informe sobre sus males, que más bien parece que está escrito en chino; claro que cuando Rodrigo le enseña el informe a su padre, él no se deja amedrentar por el lenguaje pedante de su yerno y aparte de reírse de él le dice que no le haga ni caso, que a Rodrigo no le pasa nada y que "Don Perfecciones" (así es como llama a Ernesto) lo único que quiere es quedar por encima y tener algo que decir.
Como está claro que Rodrigo ha ido a la consulta de Ernesto para cubrir el expediente y no tiene intención de volver, pero le siguen dando esos lapsus de vez en cuando (a veces incluso van a peor), decide buscar otro especialista, en este caso una psicóloga, la doctora Montesa. La conversación que tienen por teléfono cuando Rodrigo se decide a llamar no tiene desperdicio, como tampoco lo tiene el día en que nuestro protagonista va a la consulta para ver si la psicología puede ayudarle con su problemilla. Rodrigo irá pasando de unos especialistas a otros y acabará pensando que en realidad todos se ríen de la gente, porque cada uno le da un diagnóstico distinto, aunque en lo que sí coinciden todos es en que él deberá poner algo de su parte. Vamos, algo de sentido común...
Por supuesto, en un libro que habla sobre psiquiatras no podía faltar uno argentino, que en este caso es el doctor Héctor Fusilli, con el que Rodrigo tiene un primer encuentro de lo más surrealista porque el psiquiatra decide que en lugar de verse en la consulta, lo mejor es que queden para comer y conocerse en un lugar más distendido como si en lugar de un médico y un paciente fueran en realidad amigos. La sesión con este doctor tampoco tiene desperdicio, y hubo un momento en que a mí directamente me dio el ataque de risa leyendo su conversación en mitad del restaurante...
Mis impresiones
La primera palabra que se me ocurre para definir este libro es divertido. La verdad es que pasé un rato de lo más agradable leyéndolo, sobre todo porque me suena bastante la jerga que utilizan los psiquiatras y los psicólogos y además me pasa como a Rodrigo, que siempre me ha parecido que son un poco cantamañanas, por decirlo de una forma más o menos suave (por supuesto que nadie se ofenda, que está claro que tiene que haber de todo). Vamos, que siempre se empeñan en que te tiene que pasar algo por narices, y si no te pasa ya se encargan ellos de darle mil vueltas a la cosa para que sea así.
Está claro que los problemas mentales son algo muy serio, pero el autor consigue hablar de ellos de una manera no sólo humorística sino también muy campechana, de forma que todo el mundo entienda de lo que está hablando (al contrario que los psiquiatras, que como los médicos en general, se suelen empeñar en hablar de forma que nadie los entienda). Además los personajes son todos muy de andar por casa: una familia normal, con sus rencillas como en todas las familias (por ejemplo la hermana de Rodrigo, Nuria, es un poco estirada y en el libro se describe muy bien su carácter), y unas situaciones de lo más divertidas.
El personaje de Rodrigo me gustó muchísimo, porque además el pobre lo pasa fatal con todas las situaciones que le toca vivir; menos mal que sabe que siempre puede contar con su mujer, que le apoya en todo, y con sus hijos, que a su manera saben cómo hacerle que olvide por un momento sus problemas. Y otro de los personajes que también me gustó fue precisamente el padre de Rodrigo, que es la típica persona que hace lo que le da la gana sin preocuparse del qué dirán, y que siempre dice lo que piensa aunque sepa que no es políticamente correcto; con sus ocurrencias no pude evitar reírme en un montón de ocasiones.
Además de los psicólogos y psiquiatras, conocidos por todo el mundo, tendremos también a otros personajes secundarios típicos como la vecina cotilla, la asistenta más bruta que un arado, y no tan típicos (o quizá sí...) como el exhibicionista del pinar que hay en la urbanización, y que la mayoría de los vecinos cree y da por hecho sin ningún tipo de prueba que es el señor Lope de Vega, un personaje el pobre que a mí me cayó muy bien. Y que tiene un perro que no os digo cómo se llama porque el pasaje en el que lo descubrí es uno de los más divertidos de la novela. El caso es que aquí parece que en realidad todos los personajes necesitarían un psiquiatra, incluso los propios psiquiatras, porque no se sabe quiénes son los que están peor... Lo más divertido es que el autor nos cuenta la historia quitándole importancia a esto de los problemas mentales, porque todo lo que cuenta lo hace en clave de humor y la lectura se hace de lo más entretenida, sin llegar a ser insulsa ni superficial en ningún momento, a pesar de estar llena de situaciones de lo más surrealistas que harán que no nos aburramos ni un solo segundo mientras la estemos leyendo.
Conclusión
¿La recomiendo? Sin dudarlo ni un momento, sí. Es una novela divertida, que se lee muy bien y muy rápido (demasiado, para mi gusto, porque cuando se terminó me di cuenta de que me había sabido a muy poco), que nos hará reír en muchos momentos y que sobre todo nos hará plantearnos cuál es la mejor forma de ser feliz en la vida; pero sobre todo sin llegar a ser un libro de autoayuda, que ya sabéis que esos no me convencen nada de nada...
Puede que si lo lee algún psicólogo o psiquiatra se sienta incluso ofendido, pero no creo que haya sido esa la intención del autor; desde luego, si alguno de estos profesionales se ofendiera al verse retratado de esta manera en la novela, demostraría que tiene muy poco sentido del humor, porque en ningún momento se les hace de menos ni se les critica exactamente. Es sólo que el autor ha tenido una manera muy peculiar de hablar sobre el trabajo que desempeñan; pero insisto, creo que en ningún momento nadie debería sentirse ofendido leyendo esta historia. A mí desde luego me ha hecho pasar un rato de lo más agradable...

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