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Publicado el 03 agosto 2016 por Elturco @jl_montesinos

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Supongo que a todos los Libertarios alguna vez nos han achacado que tenemos mucha fe en el género humano si pensamos que en ausencia de gobierno que lo haga, las carreteras, con sus puentes y sus rotondas, por ejemplo, serán llevadas a cabo por la empresa privada. Sus retornos económicos se nos hacen difíciles de ver, su utilidad para la empresa conforme la conocemos parece ser escasa y poco atractivos, por tanto, sus réditos.

Yo personalmente no tengo ninguna fe en las personas. Ninguna. Somos capaces de asesinar a ancianos indefensos por las más estúpidas razones. De provocar guerras, hambrunas, genocidios y mil y una atrocidades que no glosaré para no seguir dando ideas. Y sin embargo a la mayoría nos conmueven los hechos luctuosos. La fibra se enerva. La solidaridad se hace patente y empatizamos con nuestros semejantes por las más diversas razones. Se nos salen por los poros los Je suis y las donaciones al número de cuenta. Desde el principio de los tiempos la pulsión de destrucción pelea intensamente con la de supervivencia. No se trata pues de fe si no de conocer un poco las “gestas” que hemos perpetrado como especie a lo largo de la Historia.

No es creer sin ver. Es constatar. Constatar que ya existen carreteras privadas en muchos lugares financiadas de las más distintas maneras. Un buen puñado en número de las suecas lo son, y quien sabe cuántas más serían si no estuviera prohibido por ley que las vías principales fueran privadas. El 30% de las británicas lo fueron hace un par de siglos, allá por el XIX, estás sí eran principales. La iniciativa privada ha estado ahí desde siempre y no lleva visos de desaparecer. Esto sí se puede. En España, por contra,  cogimos la manía de rescatar autopistas privadas, como bancos y minas, y no le vemos el punto, me temo.

Es confirmar y reconfirmar, para tratar de eliminar ese pesado sesgo de autoconfimación que todos tenemos, que no se trata de aplicar una vaga teoría, si no de que cuando el laboratorio neoliberal, como lo llamó Garzón en su libro, de Irlanda aplica las acciones que uno – yo – desea, se topa con crecimientos brutales, con riqueza. Y uno duda. Y repasa. Y confirma. Y vuelve a dudar, a repasar y a confirmar que los modelos laborales de cualquier país con paro del 5% son casi intercambiables, y que por qué no los aplicamos aquí, para ganar sueldos dignos de 3.000 lereles.

La Libertad no es cuestión de fe, porque allí donde hay más Libertad, y con ella más propiedad privada y más defensa del individuo, todo indica que la gente es más feliz, que el aire es más limpio, parafraseando la canción: grass is greener allí en la Libertad. Sitios dispares con gente, razas y colores distintos, cada cual de su padre y de su madre, eso, mira tú, no influye. No tengo fe. Tengo hechos. Datos que dicen que no hay correlación entre mayor facilidad para conseguir o portar armas y mayor número de muertes. Más bien el número de muertes por armas de fuego por total de habitantes es mayor en los estados de EE.UU. donde el control es más férreo. La ciudad con más muertes violentas del mundo es Caracas, donde están prohibidas, y hay escasez de casi todo, que también influye lo suyo.

No cometeré pues el error de aventurar predicciones. Simplemente querré aplicar los mismos principios que otros ya han aplicado, esperando obtener respuestas similares. Asépticamente si se quiere. Lo contrario, tocar el mismo resorte para obtener distinto final es lo que me parece del todo absurdo. Quizá llegue el día de ser pionero. Entonces no queda más que releer lo que vengo exponiendo y aplicarlo. In dubio pro Libertas. Y evaluar. Dudar. Repasar. Confirmar. Como cualquier empresa que prueba su nuevo producto en el mercado. Y cuando la Libertad falle, si es que falla, ya me las veré yo con mis principios.


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