Publicidad, un mundo aparte...

Publicado el 12 julio 2011 por Nofler @nofler8

el iman de una sociedad guíada por tendencias

Artículo del escritor Joaquín Martínez Mamerí

La publicidad implícita

Se distingue entre publicidad explícita (la que oímos en la radio, vemos en la tele y leemos en los periódicos) y publicidad implícita (la que aparece camuflada en la mayoría de los programas y películas). Los directivos comerciales dan una gran importancia a esta última porque representa el mejor medio de «atraer» a los clientes. A las personas en general no nos gusta que nos digan lo que tenemos que hacer o comprar, de ahí que muchos rechacen de entrada los mensajes publicitarios. Para combatir este freno a las ventas, los ideólogos del marketing han encontrado un remedio: la publicidad implícita. Consiste en mostrar el producto sin que el espectador advierta que le están haciendo promoción del mismo. Precisamente, acabo de ver un documental que cuenta el viaje de dos periodistas a un país llamado Grecia. Pues bien, no solo exponen a cada paso una imagen de este país: el turismo ecológico ganándose un hueco; las ruinas de la cultura clásica; las islas del Peloponeso y sus tranquilos habitantes dedicados a la pesca, sino que además observo cómo en los desplazamientos las dos presentadoras van montadas en un coche (aparece un plano donde el vehículo se mueve a través de un paisaje solitario: pinos al borde de la costa; y esta imagen de ensueño redunda, por supuesto, en pro de una estampa idílica del coche). Su implantación en todas partes se ha conseguido gracias al empujón que le han proporcionado las películas. ¿Cuántas secuencias no se habrán rodado de persecuciones motorizadas, huidas de ladrones con la ayuda de una furgoneta y espectaculares maniobras del conductor de turno, que es policía por añadidura y sabe manejar tan bien el volante como la pistola? Así es: nos han vendido este producto por todos los medios a su alcance. De hecho, la televisión es hoy un escaparate donde todo es publicidad, sea explícita o, peor aún, implícita. La población, muy sensible a los encantamientos, no ha hecho sino imitar a los personajes de los grandes seriales, quienes no podían dejar de conducir un automóvil por cualquier excusa.