De un tiempo a esta parte que mi trabajo ya me cansa un poco, hay días que incluso me hastía y me hace cuestionarme un nuevo destino, o preguntarme la tan manida pregunta «¿qué estoy haciendo con mi vida?», y es que, me paro a pensar y me doy cuenta que el elemento principal, la raíz que mantiene anclados al suelo mis derroteros profesionales, es mi equipo.
Trabajo de Enfermero. Un robusto esquema compuesto por 3 sanitarios (me cuesta encontrar un sinónimo para «Enfermero», cierto es, y me niego a usar el arcaico término «practicante» o el horroroso «DUE») y un Auxiliar de Enfermería. De estos 3 sanitarios, 1 realiza las labores de supervisión permanentemente, y los otros 2 nos distribuímos por la planta, uno de ellos (yo) alterna el trabajo en planta con la supervisión si las necesidades así lo requieren.
Pareciera que los 4 (junto con la Auxiliar) hubiéramos sido recolectados de manera específica y muy selecta, y que una mano divina, un azar arriesgado, o un destino de buen tino, nos hubiera acoplado como piezas de un LEGO envidiable.
Una maquinaria Suiza, perfectamente acoplada, donde los 4 cerebros son capaces, y de manera individual, de solventar (e incluso pronosticar), aquellos posibles fallos, despistes, y deslices, que pudieran trastocar el buen hacer común de esta mente enjambre. Poética manera de trabajar donde cada elemento compite con los otros para conseguir el bien colectivo, como una carrera de relevos con Paracetamoles por testigo.
El equipo. La suma y máxima evolución del sudor compartido entre trabajadores.
Ese equipo que a muchos, ¡a muchos!, nos encandiló aquel día 15 con promesas de un futuro mejor, destapando sombrías actitudes y cuestionables quehaceres de los poderosos, esa Izquierda libertaria, nueva, emotiva, cargada de emoción que a tantos otros nos motivó a empezar a leer libros de talante político, a escuchar entrevistas, a investigar acerca de qué mueve Europa y qué carajo es el IBEX 35… esa gente que se sentó en Plaza Cataluña y luego fue «animada» a desalojarla con escenas e imágenes que recorrieron el viejo continente.
Grecia, Italia, cambio climático, Merkel, la Izquierda, la Derecha, elecciones y más elecciones, patriotismoindependentismolamismamierda, Brexit, Trump, PSOE-PP, partidos emergentes, PPSOE, moción de censura, nuevos gobiernos, cambios, cambios, cambios… demasiadas siglas, una vasta vorágine de términos, nombres y apellidos, ideologías e intenciones varias que espiralizaron mi manera de entender el desarrollo de Europa y el mundo, y la verdad, no creo que yo haya sido el único Español de mi generación (y posteriores) que haya visto germinar un interés inesperado por tales temas si no hubiera sido por aquel nuevo conato púrpura de una renovada Izquierda.
Vinieron elecciones y nos ilusionamos mucho. Prácticamente de la nada, aquellos pequeños grupúsculos de descontentos se organizaron y crearon un partido, ¡como los grandes!, y empezaron a cuestionar al poderoso, a hablar por aquí y por allá en lugares donde antes no se había hablado, a llamar la atención del banquero, del empresario, del político y el periodista, a denunciar acciones y actitudes dudosas de todos ellos como no se había hecho antes, a hacernos ver que no por el hecho de vestir traje y corbata se puede llegar a liderar un partído político o incluso (no se lo digas a nadie), un país.
Pero esta nuestra comunidad se nos hizo grande, y el del quinto empezó a largar del del tercero, no sin antes hacerle un feo al del cuarto que, viendo que se le dejaba de lado, hizo buenas migas con el del segundo para tener más fuerza y luchar contra el resto, y al final, ¿al final?, una lástima es lo que tuvimos por final, lástima porque nos hemos colmado de decepción.
Opino que las cabezas pensantes fueron (y son) muy buenas, gente muy capaz e inteligente con ideas claras y estructuradas. Gente que literalmente, NO es político/a, pero que ha llegado y conseguido demostrar que se puede ser perfectamente capaz de crear una organización de talante y corte político, de liderarla y trabajarla, y de reunir a varios millones de adeptos esperanzados. Pero no han sabido gestionarlo de manera conjunta, esa es la desgracia, y ése ha sido su punto débil. No nos engañemos, el PSOE ha reunido varios millones más de votos extra a consecuencia de los bandazos y la desconfianza generada por Podemos, no creo que ello se haya debido a la buena gestión realizada por Pedro Sánchez (mas que nada, por que todavía no ha tenido demasiado tiempo para demostrar qué es capaz de hacer)
Han denotado ego, arrogancia, y sobre todo no han demostrado capacidad de quehacer colaborativo, es decir, no existe (o sí, pero por ahora, escaso) un espíritu de trabajo en equipo robusto y sólido, ¿qué es eso de que una y otra vez, y en las páginas de los periódicos, veamos a líderes, presuntamente co-trabajadores bajo una misma señal de identidad, tirarse los platos a la cabeza dando así síntomas de que entre ellos no son capaces de compartir el mismo o un similar ideal?, ¿cómo voy yo a confiar en mi capitán si no sabe (o no quiere) trabajar con el segundo de a bordo, no sabiendo después reparar las fisuras originadas en el casco?
Veo grandes líderes, cabezas muy inteligentes y asentadas, pero no veo una estructura formada y perfectamente ensamblada como la que sí presenta el PP o Ciudadanos, y me duele, me da lástima, y me preocupa.
¿Dimisiones?, ¿acaso un equipo de fútbol mejora mucho más su potencial si cercenamos la cabeza del entrenador?. No sé, no soy político, pero en mi hospital si alguien tiene un problema se sienta con el manager en la oficina y lo habla, no se limita a girar la cabeza y a crear una nueva escisión, creo que ello sólo genera más rencillas entre los trabajadores, y la desconfianza del paciente hacia el sanitario. Ampliemos pues tal razonamiento al sector político, joder.
Igual me equivoco, no lo sé.
Pudimos.
Podremos?