Editorial : Alfaguara
Año de publicación y de esta publicación : 2004
La primera obra a leer de Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) iba a ser la más celebrada por él publicada: “Abril rojo”, que en la edición de Alfaguara Brasil es “Abril vermelho”, pero en los últimos días del año que pasó me topé con este ejemplar en perfectas condiciones, mezclado entre los libros en portugués de “literatura estrangeira”, así, pensando que mejor es empezar a conocer un autor en orden cronológico, su premiada novela esperará un poco más para ser leída.
Estructurada en breves capítulos su lectura se torna muy rápida, pero también es cierto que en muchos trechos la encuentro ligera, y no sé si en este caso eso sea un punto a favor o en contra. Los remates de cada capítulo son muy logrados, engancha.
Aquí se comprueba que la soledad es la gran enfermedad de este siglo, sus personajes la padecen, y la gran mayoría se siente solo estando y/o viviendo acompañado; esa quizá sea la peor de las soledades.
Sus personajes principales son los miembros de una familia típica limeña: el padre, Alfredo, un ejecutivo con un terrible secreto a cuestas, quiere darse el coraje de compartirlo con alguien más pero no puede, se enrolará con su fea secretaria más para tener quien lo escuche que para un amorío; su mujer, Lucy, recibe notitas eróticas que en vez de asustarla llega a despertar el deseo que creía apagado, creando una confusión que la llevará a un rápido encuentro -que en Perú llamamos de choque-y-fuga con un tercer desconocido; Papapa, el abuelo, en las últimas instancias de su vida se embarca en la empresa de aferrarse a un amor y aventura con una anciana de un asilo; los nietos, Sergio y Mariana: el primero, el más joven, tiene la particularidad de ver y conversar con fantasmas, también descubrirá que es posible la amistad con una niña, Jasmín, compartirán las vivencias de sus familias; la segunda, Mariana, decepcionada con las formas de su cuerpo admira a su prima Katy, admiración que se encuentra en una frontera muy delgada entre la amistad y un sentimiento con ribetes lésbicos; el gato, así, sin nombre, gato a secas, se defenderá con todo su ser al acto que intuye un gran peligro para él –una castración-, su particular óptica acerca de sus amos rinden trechos muy divertidos, sin llegar a lo hilarante, conocerá el gozo poderoso del amor y también el terrible y doloroso destino para un gato macho después de eyacular.
Inclusive podría ser más ágil, pero hay muchas partes en las que la narración se corta, por los excesivos puntos a cada frase breve. Esto me hace recordar al primer libro que leí de su tocayo, el brasileño Santiago Nazarian, “La muerte sin nombre” (“A morte sem nome”) donde también él tiene esa particularidad; quizá sea una cuestión generacional. Ambos son jóvenes y –tras lo leído- talentosos escritores, que inclusive coincidieron en el evento Bogotá 39 del año 2007. Habría que leer un libro más de ambos, cosa que de hecho sucederá, pues ya me hice de “Abril rojo” y “Feriado de mim mesmo” respectivamente.
Jode un poco la ternura encontrada en el personaje del abuelo, podría ser algo más cascarrabias y dejar la ternura aflorar en el pedido de su encuentro con Doris.
Encontraría todavía más interesante el que le de voz al gato –como Italo Svevo lo hizo con el perro Argo, o con los polluelos de otro cuento en aquel libro- en vez de que un narrador omnipresente nos cuente los deseos del felino. El descubrimiento del misterio de las puti-notitas a Lucy también no lo encontré del todo logrado, y a pesar de estos tres detalles el devenir de la trama en sí me divirtió, me agradó cómo alterna las historias de sus personajes en breves capítulos cada cual con un certero colofón, y es suficiente para dejarme con ganas de leer ya “Abril rojo”. “Pudor” la encontré una lectura muy fresca y divertida.