Necesitamos agruparnos y sentirnos arropados por la masa. El diferente, el distinto, el divergente, no tiene cabida en un mundo de agrupaciones. Podemos ser del Madrid o del Barsa, progresistas o conservadores, de izquierdas o de derechas, religiosos o ateos, de la pública o de la privada, rockeros o poperos, de playa o de montaña, moros o cristianos, orientales u occidentales... y tras esta enumeración de tendencias podemos determinar que además somos dicotomistas, electores entre dos opciones equidistantes y eternamente confrontadas en el espectro social. Y es que conformamos nuestra personalidad según confirmemos nuestra posición en uno o varios elementos, como un complejo conformado por todas estas pequeñas decisiones, donde la suma del total es mucho más importante y complejo que el total de la suma. Y lo hacemos, desde luego, por oposición a otros.
El otro es el opuesto, mi radical, al que aceptamos, pero desde luego el que queda fuera de juego, casi ignorado, es aquel que no está dentro de esta dicotomía preestablecida. Eso nos hace excesivamente predecibles de cara al mercado. El poder vertical, nuestros dirigentes políticos - que a fin de cuentas no deja de ser un mercado marcado por el poder- saben también muy bien esto y lanzan soflamas en torno a la unidad del espíritu nacional: se van haciendo dueños de conceptos pre-acuñados como pueblo, patria, la calle.,. qué a fin de cuentas no dejan de ser frivolidades políticamente correctas ¿Realmente nos importa ser pueblo o nación? ¿la patria nos hace diferentes? ¿es coherente matar o morir por la patria, la bandera o el himno? Enseguida encontraremos acérrimos al sí y al no. Es condición humana agruparse y posicionarse claramente siempre enfrentado al opuesto. Y es precisamente esta identidad por oposición la que ha generado un enfrentamientos continuo en la historia de la humanidad.
El panorama global de nuestros días no es diferente, no somos más civilizados de lo que lo éramos hace 10.000 años. El choque este-oeste vuelve a tomar peso en el escenario geopolítico junto a otros enfrentamientos estratégicos, como el de occidente-islam o el que se establece entre estados liberales frente a las emergentes políticas neo-marxistas. Sea como fuere, el poder gobierna, legisla y comercia en nombre de colectividades (pueblo, patria...) apelando a elementos simbólicos de primer orden (dios, la bandera...). Sin embargo, quien sufre y padece, siempre está del mismo lado
alfonsovazquez.comciberantropólogo