Michael Ruse, conocido filósofo de la biología, defensor de la sociobiología y azote de creacionistas, ha sorprendido a no pocos (incluído un servidor) con su libro ¿Puede un darwinista ser cristiano? (publicado en inglés en 2001, y traducido este año al castellano). Con ese título, era de esperar que la respuesta fuese a ser que sí, y así es, aunque en honor de Ruse, filósofo claro y profundo, al que no arredra la complejidad de los argumentos, hay que decir que la respuesta está realmente muy matizada, y que viene a ser un algo así como:
"¡Hombre, claro que un darwinista puede ser cristiano! Por poder, hasta puede ser del Atleti, y mira que eso es irracional. Lo que pasa es que la compatibilidad del darwinismo y el cristianismo exige comprometerse con versiones de ambos que, aunque defendibles, no son precisamente las más cercanas al consenso común respecto a cada uno de ellos, y en todo caso se trata de compromisos teóricos muy especulativos y bastante improbables. Vamos, que si eres darwinista puedes ser cristiano, pero bajo tu estricta responsabilidad".
Dicho de otra manera: ni el cristianismo se sigue de la teoría de la evolución, ni al revés, y no sólo eso, sino que si uno de los dos es correcto, es bastante improbable que el otro sea falso, pero tampoco son estrictamente incompatibles siempre que se los matice mucho. No hay que negar que Michael Ruse le ha echado valor en el libro, pues con sus argumentos es fácil ganarse enemigos desde los dos campos. Como muestra de este arrojo, basta con leer el principio mismo de la obra:
"Permítanme ser franco. Creo que la evolución es un hecho y que el darwinismo ha triunfado [aquí empiezan a enfadarse los fundamentalistas]. La selección natural es la única causa significativa del cambio orgánico permanente [aquí tuercen el hocico los que se esperan que algún mecanismo del tipo de "morfogénesis holística" -u lo que sea- ande involucrado en el fondo de la evolución]. Soy un ardiente naturalista y un reduccionista entusiasta, y quienes no están de acuerdo conmigo son unos burros [aquí abandonan muchos, sean del campo que sean]. Creo que todo se aplica a los humanos, al pensamiento y a la acción, y que la sociobiología es lo mejor que le ha sucedido a las ciencias sociales en el último siglo [aquí se ven tentados a dejar el libro los darwinianos de izquierda -a lo Gould, Lewontin y demás-]. Lo más amable que se puede decir de quienes no están de acuerdo -marxistas, feministas, constructivistas y compañeros de viaje- es que hablan desde la ignorancia. Quizás sus genes les obligan [¡hoooolaaaa!, ¿queda alguien ahíííí? Y sigue...]. Una vez dicho todo esto, que me maten si entiendo por qué tanta gente -darwinistas y cristianos por igual- piensan que una postura como la mía conlleva una respuesta inmediata y directamente negativa a la pregunta de si puede un darwinista ser cristiano".
Bueno, yo no abandoné el libro, sino que realmente lo he disfrutado hasta el final, aunque la conclusión (nada "inmediata, ni "directa", sino bien meditada) que extraigo de sus argumentos es bastante distinta de la que saca el autor. Uno de los movimientos mediante los que Ruse intenta presentar como compatibles cristianismo y darwinismo se refiere a la interpretación de la selección natural. Tras su aceptación del darwinismo, los intelectuales cristianos defienden hoy en día algo así como que podemos interpretar la selección natural como el "instrumento" mediante el que Dios nos ha creado. Ruse intenta justificar esta posibilidad con varios argumentos. Por ejemplo, afirma que es legítimo (aunque, por supuesto, no obligatorio) asumir la hipótesis de que Dios ha hecho el mundo como lo ha hecho para que haya selección natural, la cual conlleva a que las especies progresen en cierta dirección (eventualmente, la selección natural producirá seres inteligentes)
Lo malo es que la concepción estándar en el evolucionismo contemporáneo es más bien la de que la sección consiste en un proceso básicamente aleatorio (aunque, por supuesto, constreñido por la necesidad de adaptación), al menos en el sentido defendido por Gould: si retrocedemos en la historia de la Tierra varios millones de años, y dejamos empezar otra vez el proceso, difícilmente surgirán las mismas especies. El ser humano sería, así, un "accidente" (que se lo digan al ecosistema). Rouse responde por una parte, que lo importante más bien es que habrán de surgir especies inteligentes, más que humanos. Por otra parte, puesto que Dios es más bien intemporal, no hay que pensar, al decir que "la selección natural es un instrumento de Dios para crearnos", que se trata de una mera relación de medios a fines. Además, puesto que Dios también es omnisciente, sabría que el ser humano iba a aparecer, con lo cual éste es un accidente sólo en apariencia. Por lo tanto, la interpretación de la selección natural como un "instrumento" de Dios sigue siendo posible (aunque, insiste, no obligatoria).
Creo sinceramente que este argumento es válido, tal como está: pensar que el universo ha sido creado por Dios con ciertas leyes físicas que permitan la aparición de seres inteligentes por selección natural no es incompatible con el reconocimiento de que los seres vivos han surgido a través de la selección natural. Pero lo que pienso también es que esta tesis es extraordinariamente implausible. Primero, porque la idea de un "propósito" sólo la tenemos a partir de los seres vivos: tener propósitos o fines es una cualidad tan biológica como la de realizar la fotosíntesis, y por lo tanto, decir que Dios (es decir, un agente inmaterial) "tiene deseos" o "voluntad" es el mismo tipo de confusión conceptual que decir que Dios metaboliza la glucosa o realiza la fotosíntesis. (No quiero decir que cuando algún bicho metaboliza la glucosa, es Dios quien lo hace, sino que Dios, en el reino de los cielos, metaboliza glucosa celestial). De hecho, afirmar que Dios es un "agente" (una "persona") es tan incomprensible como afirmar que es un paramecio o un hongo: las personas, como los hongos, son simplemente cierto tipo de bichos.
De la conclusiones que se siguen del darwinismo, la más demoledora para la religión es, precisamente, la de que la mente humana es tan sólo un proceso biológico (todo lo complicado y "emergente" que se quiera, pero no categorialmente distinto de la digestión), y pensar en que algo que no es un bicho material puede "tener una mente" es como decir que un cuerpo gaseoso puede desarrollar una tectónica de placas.
En segundo lugar, decir que la selección dirige a los organismos en cierta dirección (p.ej., hacia mayor inteligencia) es posible, pero cuestionable. Los humanos no habríamos evolucionado si el asteroide que mató a los dinosaurios hubiera pasado unos kilómetros más allá, y si en varios cientos de millones de años los dinosaurios no produjeron un ser inteligente, es razonable esperar que algo en su constitución les impedía progresar en esa dirección, y que tampoco lo habrían conseguido de haber seguido sobre la tierra. (Claro, que podemos pensar que el asteroide fue una especie de meneo que Dios dio al juego de la evolución porque se había quedado atascado, como cuando le das un golpe a la máquina de bolas -o "pinball", como dicen ahora- porque la bolita se enganchó por ahí). Además, también el nacimiento de cada uno de nosotros es una lotería (pensemos en los millones de espermatozoides corriendo como locos en pos del óvulo). Todo esto es azar, o sea, lo que en este mundo entendemos por "azar", y si se dice que "lo que en este mundo es azar, desde la perspectiva de Dios no es azar", en realidad nadie entiende lo que se está diciendo. "El azar no es azar": pues bueno.
En resumen, se puede afirmar que la selección natural es una "herramienta" de un Dios que "hace cosas con un fin", pero dado que en el fondo no se tiene ni repajolera idea de lo que se quiere decir con eso, lo más probable (con una probabilidad tan elevada que no hay forma de distinguirla de la certeza práctica) es que, en caso de que quiera decir algo, ese algo será falso. (Para hacernos una idea de las probabilidades involucradas: es como si formo frases cogiendo una palabra al azar de cada entrada de una enciclopedia, siendo la primera "Napoleón"; lo más probable es que la frase resultante no signifique nada, pero en caso de que signifique algo, lo más probable es que sea falso).
Por supuesto, el libro de Rouse contiene muchos otros argumentos interesantes (sobre el dolor, los extraterrestres, la sociobiología, etc., etc.), que tendré que dejar para otro día.
Eso sí, también dejo para otro día explicar por qué el título de esta entrada tiene más enjundia filosófica de la que parece.
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