Free the five / Amnistía Internacional
No es uno de esos titulares que sólo buscan llamar la atención y luego ‘de la misa, la mitad’. No. En China, puedes cargarte a tu pareja si te maltrata, pero si te conviertes en activista por los derechos de las mujeres, lo tienes crudo.
La cara A
Li Yan asesinó a su marido a finales de 2010, después de sufrir sus abusos durante meses. Las autoridades niponas la condenaron a muerte en agosto de 2011, en un juicio en el que los magistrados no tuvieron en cuenta las pruebas de violencia machista que presentó la defensa, que demostraban que Yan había sufrido terribles y constantes malos tratos. Tampoco se habían atendido sus peticiones de protección policial antes de que Yan tomara la decisión de asesinar a su pareja.
La condena a muerte causó tal indignación dentro y fuera de China, que el Tribunal Supremo Popular ordenó en junio del año pasado que se celebrara un nuevo juicio, algo inaudito. El pasado 24 de abril, un tribunal de la provincia de Sichuan -al suroeste- suspendió la sentencia y se espera que conmute la pena de muerte por prisión. Lo justifican por su “buena conducta”, aunque el motivo obedece a una presión política evidente.
El eco y la indignación de la sociedad china han provocado también, junto a la sentencia, que se tome una nueva directriz en estos casos. La suspensión de la pena de muerte a Yan podría sentar jurisprudencia y en el futuro, la violencia machista sufrida podría ser un atenuante en casos de homicidio y/o asesinato. El mensaje para los jueces es “inequívoco”, como resume William Nee, investigador de Amnistía Internacional sobre China: no deben obviar la violencia machista a la hora de dictar sentencias.
La cara B
En la otra cara de la moneda están las cinco activistas -Wei Tingting, Wang Man, Li Tingting, Zheng Churan y Wu Rongrong- que hacen campaña por la prevención de la violencia contra las mujeres. De momento están en libertad bajo fianza, acusadas de “provocar peleas y crear problemas”. Son los cargos que las autoridades chinas suelen utilizar contra cualquiera que se atreva a defender los derechos humanos. En realidad, planeaban actividades para llamar la atención sobre el acoso sexual en el país.
Además de detenerlas injustificadamente, las agredieron. Wu y otra de sus compañeras tuvieron que ser trasladadas al hospital. Wu, que sufre además problemas hepáticos, pudo llamar a un amigo durante las supuestas torturas y en esa llamada se la oía gritar de dolor. Segundos después se cortó y no volvieron a tener contacto. El estado de Wu se agravó durante su detención porque nadie le proporcionó los medicamentos que necesita.
China quiere, según Amnistía Internacional, acallar las protestas pacíficas haciendo creer que respeta los derechos humanos. Pero no lo tendrá fácil: el 25% de las mujeres chinas son víctimas de violencia a manos de sus parejas o ex-parejas. La nueva legislación, que prevé resarcir a las víctimas de la violencia machista, podría aprobarse en agosto. ¿Por qué tan pronto? Porque, como colofón, el país coorganiza con la ONU una reunión de líderes mundiales sobre violencia de género en septiembre, en el marco de Beijing+20. Nee estima que el presidente Xi-Jinping querrá con ello “jactarse de los avances de China en la promoción de los derechos de las mujeres”. En el mundo al revés, tendría sentido.
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