Ya sé que Fulanit@ se fue a la boda de sus amigos y dejó a su bebe de 3 meses (o incluso de 1!) con sus abuelos. Ya sé qué Menganit@ sigue viajando por el mundo con sus bebé en la espalda. Ya sé que Juanit@ queda los viernes con sus amigos/as aunque tiene un bebé. Ya sé que hay padres y madres que van a los cumpleaños de sus amigos incluso llevándose a su hijo. Ya sé que otros celebran sus aniversarios yéndose el fin de semana fuera y tienen hijos. Ya sé que puedo dejar a mi hijo siempre que quiera con sus abuelos o tíos. Ya sé que no pasa nada si le llevo a una celebración a las 8 de la tarde y se duerme en el carro. Ya sé que Paquit@ sigue trabajando en nosedonde y publicando libros y ha tenido un hijo hace poco. Ya sé que no hay por qué renunciar a todo por tener un hijo. Ya lo sé. Pero no quiero. No quiero adaptar a mi hijo a mis planes. Quiero adaptarme yo a los suyos (mientras me deje). Simplemente porque me gusta. Me encanta estar con él. Me gusta más que cualquiera de las alternativas o planes anteriores.
Y aun no queriendo, el día a día hace que inevitablemente nos perdamos infinidad de minutos mientras trabajamos, cocinamos, limpiamos, recogemos, vamos al médico, hablamos por teléfono con el técnico del frigorífico, o con nuestra pareja al llegar a casa. Aun así ha habido veces, muy pocas, que me ha apetecido salir a cenar con mi marido, irme al cine, ver a alguna amiga, ir a una boda sin él, salir de compras o irme a dar un masaje. Y también ha habido veces en las que me lo he llevado con mis amigos aun sabiendo que yo no iba a disfrutar ni del niño ni de los adultos. Y otras veces lo he hecho por una extraña convención social por la que últimamente se ve mal que quieras ser la típica madre que se pasa tan feliz las tardes en el parque viendo como su hijo se columpia o se tira por el tobogán. Y si se puede, hablando mientras con alguien, que ni tiene por qué ser tu amiga. Pero sólo si se puede. Y si llueve, pintando en casa o jugando a lo que él quiera.
Sí, a lo que él quiera. Jugar a lo que él quiera o adaptarnos a sus planes no es maleducarlo ni consentirlo. Porque mientras hacemos esos planes, de niños, no de adultos en los que se pueden llevar niños, él aprende lo que tiene que aprender en esos momentos y se educa en lo que se tiene que educar en esos momentos (dos listas bastante largas). Y sí, claro que tiene que aprender a respetar los gustos y planes de sus padres. El día a día presenta muchísimos momentos en los que no le va a quedar otro remedio. Y si no, no hay problema, con 17 años (por tirar por lo alto) será absolutamente respetuoso con los planes de su padre y míos y no querrá que juguemos a lo que él quiera.
Somos una generación que ha podido hacer muchas cosas antes de tener hijos: cumpleaños, viajes, salir bastante, hobbies, mejoras profesionales… A veces me parece que el problema es que renunciar a todo esto cuesta y es mucho más fácil meter a tu hijo ahí que salir tú de tu zona de confort para pasar a la de un niño.
No me preocupa hacerlo porque el 99,9 % de las madres con las que me he cruzado desde que soy madre y que tienen hijos ya mayores, han coincidido sólo enuna cosa: disfruta de tu hijo porque crecen muy rápido. Te lo dice hasta la vecina que no te conoce de nada. También te dice alguna barbaridad o se mete donde no la llaman. Pero en que disfrutes de los niños mientras se dejen, es en el único consejo gratuito en el que coinciden todas. Y justo hace una semana me decía una compañera del trabajo: “Dentro de nada te sentarás en el sofá con tu marido y os diréis “Ya estamos solos los dos otra vez”. Dicen que la vida, y los hijos, vuelan.