Cómo reacciona nuestro sistema sensorial a los colores, qué significado le damos inconscientemente, es algo neurofuncional. Está en nuestro sistema nervioso, instalado desde hace miles de generaciones.
El impacto de los colores en nuestros estados de ánimo se ha estudiado no sólo desde el punto de vista científico sino también comercial, para proporcionar mayor bienestar a los consumidores o para inducirlos a ciertas acciones. Así, hay restaurantes decorados con tonos naranja porque abren el apetito; todos los hospitales recurren a colores neutros para tranquilizar a sus pacientes y es recomendable vestir con colores oscuros en una entrevista de trabajo porque transmiten la idea de personas responsable. Psicología pura.
Pero centrémosnos en el azul.
Es un color que asociamos con la tranquilidad, porque nos recuerda al mar en calma, al cielo limpio y a la noche. La psicología del color nos dice que define buenas cualidades que se mantienen en el tiempo, contrarias a la pasión del momento.
Nos transmite también inteligencia, armonía, verdad, sabiduría, confianza, estabilidad, eternidad… posiblemente porque son valores que damos también al mismo mar y al cielo.
El azul oscuro es un tono adecuado para combatir el insomnio, tanto en adultos como en niños y bebés. Los colores vivos y luminosos tienen el efecto contrario. Un truco para favorecer esa atmósfera que acompaña al sueño es cambiar las bombillas por unas de color azul. Muy adecuado para las habitaciones de los más peques.
Las asociaciones de colores también nos hablan inconscientemente. Así, azul-negro podría ser tranquilidad-elegancia y azul-blanco sería bienestar-pureza.
Las percepciones nos llegan sin necesidad de razonar. Surgen solas de lo más profundo de la mente y en base a asociaciones básicas, de nuestro aprendizaje en la primera infancia o como herencia de generaciones anteriores. Quizá hay quien atribuirá al azul-negro los valores de la noche y al azul-blanco los del día (luminosidad, frescura, transparencia…).
Los tonos pastel son aquellos que nos parecen suaves porque son cercanos al blanco. Con ellos se decoran a menudo las habitaciones infantiles porque aportan tranquilidad.
Así, con blanco y azul formamos el celeste. Con blanco y marrón, el ocre. Con blanco y naranja, el salmón. Con blanco y ocre, el marfil. Con blanco y rojo, el rosa… El riesgo de estos colores es abusar de ellos, caer en un exceso de edulcorante. La combinación con colores más sobrios puede ser, por contraste, un acierto en la decoración o en la ropita del bebé.
El azul es un color claramente masculino y, en el caso de las mochilas portabebés o de los bolsos, los hombres se sentirán más dispuestos a llevarlos encima. Es una reacción generalizada y seguramente bebe tanto de la educación como del insconsciente.
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