En el otoño pasado, el profesor de filosofía Thomas Nagel de la Universidad de Nueva York publicó un pequeño libro titulado: Mind and Cosmos: Why the Materialist Neo-Darwinian Conception of Nature is Almost Certainly False (Oxford University Press); que sería algo así como: La mente y el Cosmos: ¿Por qué el neodarwinismo materialista es casi con seguridad falso?
Nagel es uno de los más respetados filósofos angloamericanos y también un autodeclarado ateo. Por lo tanto sus críticas a la teoría neodarwinista no pueden ser un intento más para defender la religión, sino que más bien deben ser consideradas como ataques a la teoría misma. Nagel acepta la tesis central de Darwin de que las especies actuales son descendientes de las especies anteriores, diferentes. Sin embargo, él considera válidas muchas de las críticas hechas a la evolución por los pensadores del diseño inteligente como Michael Behe y Steven Meyer. Por otra parte, reconoce que muchas preguntas grandes sobre los orígenes y el desarrollo de la vida permanecen sin resolver, por ejemplo, el origen de la vida, así como si todas las mutaciones aleatorias necesarias para producir las especies actuales podrían haber ocurrido en el tiempo disponible.
Pero aún más importante, Nagel pone en cuestión la concepción materialista-reduccionista de la naturaleza, que, como Richard Lewontin admite, es aceptado a priori por la mayoría de los evolucionistas y tal vez por la mayoría de los científicos. Según esta visión de la naturaleza, todo lo que existe está compuesto de materia y todo deriva de las propiedades básicas de los componentes materiales. La biología se reduce a la química, y la química se reduce a la física. Todo lo que ocurre en el universo se explica por las leyes, fuerzas, partículas y propiedades que se describen en física.
Hay tres cosas en el mundo que no pueden ser explicadas en este marco materialista-reduccionista: la conciencia, la razón o la mente, y los valores morales. Por conciencia entiende Nagel el hecho de que los seres, como los animales y humanos tienen conciencia de las cosas, es decir, tienen experiencias subjetivas como el olor del café, la visión de un cielo azul, la sensación de miedo. Desde el punto materialista-reduccionista de vista, estos fenómenos son simples ocurrencias del cerebro, unas conexiones neuronales consecuencia de cierto estímulo, procedente, por ejemplo, desde el ojo a través del nervio óptico. Pero, como señala Nagel, esta actividad eléctrica medida por neurocientíficos del cerebro no es idéntica a la experiencia subjetiva de la persona del olor o del color. La descripción "científica" de la actividad cerebral se mantiene siempre en el "exterior" y nunca capta la experiencia real del color o el olor o el miedo. Al final, las explicaciones reduccionistas no logran explicar la experiencia vivida.
Nagel, al igual que muchos otros pensadores (por ejemplo, CS Lewis en La Abolición del Hombre ), señala que el punto de vista materialista-reduccionista no proporciona base para los valores morales objetivos o leyes. En un libro de texto de física no hay nada que fundamente las normas morales de cómo deben comportarse los seres humanos. Pero los valores objetivos de algún tipo son necesarios para cualquier moralidad verdadera, vinculante.
Nagel concluye que la teoría evolutiva, si se desea que explique verdaderamente la naturaleza, debería dar razón de la conciencia, la mente y los valores morales. Nagel reconoce explícitamente que el origen teísta de la naturaleza resolvería todos los problemas que ve en la vista reduccionista. Dios podría crear mentes capaces de captar la verdad con certeza. Y Dios puede crear una ley moral. Es libro tendrá un impacto en los debates en curso sobre la teoría de la evolución y los constituyentes básicos del mundo natural. Parece que la puerta para dar entrada a la trascendencia se está abriendo, al menos un poco.