Puertas abiertas

Por Monpalentina @FFroi

En los últimos años se han ido cruzando en mi camino muchas personas que han ido proyectando con buen tino sus gustos y pasiones, arropándome a su lado, atrapándome gustoso en sus placeres. Amén de la estupenda cuadrilla del txoko de Erandio, de los compañeros de trabajo, de esa docena de amigos con los que comparto rutas maravillosas por el norte, me siento volar sobre el arte románico en compañía de amigos tan incondicionales como Manuel Gila (Almería), Margarita Marcos (Palencia) y Cristina Parbole (Aguilar de Campoo). Con ellos comencé a visitar y apreciar el románico, un arte que desde niño lo tuve al lado como ejemplo en la magnífica colegiata de San Salvador de Cantamuga.


Antes de que llegaran las Edades del Hombre a Aguilar, visité un día en compañía de mis amigos Eduardo y Cristina, la ermita de Santa Cecilia, de Aguilar de Campoo, ubicada en un cerro, por debajo de los restos del castillo; levantada entre los siglos XII y XIII, de planta rectangular, con techumbre de madera y un ábside en forma de trapecio. Pero lo que llama la atención del visitante es el capitel del interior de la iglesia, bordado con tanto mimo, con escenas de la Matanza de los Inocentes. Pues bien, eso que nos ha dado tanto, ese patrimonio que tanto admiramos, se encontraba sin custodio la pasada Semana Santa, unos meses después de concluir con cierto éxito las Edades del Hombre lo que, todo sea dicho, ha permitido conocer a miles de viajeros esta bella comarca, donde, como bien apuntó el cronista, se funden naturaleza, cultura y humanismo.

Como si de los fastos al abandono hubiera un paso, los responsables se olvidaron de dotar a este magnífico templo de un custodio, de manera que, los visitantes se encontraron un templo abierto, sin guía que lo mostrara, que viene a ser como ese libro que hemos conocido por boca de otros: está, lo tenemos, luce bonito en nuestra estantería, pero no nos hemos emocionado con la historia en la que nos van introduciendo sus personajes, que es la emoción de verlo, de sentirlo y de reconocer el patrimonio tan importante que nos legaron nuestros ancestros.

LA MADEJA | DIARIO PALENTINO