Cuando España está dormida y de pronto sale el sol, solo una de las dos Españas se despierta: en este país siempre tendremos la esperanza partida por la mitad y el futuro medio hipotecado. Por los siglos y los siglos, una parte de esta nación de claroscuros permanecerá en la inopia del oscurantismo, refocilándose en una incultura no hija de las circunstancias sino contenta de serlo, con sus habitantes paralizados por la cobardía y amargados por esta inacción sin que se tenga la suficiente nobleza para asumir la culpa, al menos habiendo otros (pobres, inmigrantes, diferentes) a los que adjudicársela.
Esta España tiene terror al análisis, abomina de cualquier acción que requiera empeño introspectivo e intelectual, y por tanto es terreno abonado a los tópicos y a la demagogia: es la España a la que le puedes explicar impunemente que Rajoy rechaza los recortes de Zapatero sin que te espeten que acciones de este calibre (antes hubiera dicho que aún más ultraliberales, pero ahora no estoy tan segura) han estado desde siempre en el programa del PP. Esta España mantiene una adoración servil al poderoso, propia de personalidades débiles y fracasadas, y vota al corrupto: por tanto, no le cuesta creerse que la solución es, a costa de recortes sociales, favorecer fiscalmente a estos personajes para que creen riqueza, negándose a admitir que nunca lo han hecho fuera de sus cuentas corrientes. A esta España le gustan los enemigos pequeños, porque no tiene gónadas de enfrentarse a los otros, y en consecuencia le encanta que la engañen afirmando que esos enemigos pequeños, esos insectos a quienes se puede aplastar de un pisotón, son los que han usurpado los beneficios de la administración haciendo oído sordos a todas las pruebas en contra: porque el moro sin siquiera un poco de pan para sus hijos que entra en la fábrica abandonada a robar unos cuantos cables de cobre es más culpable que el presidente de Gobierno, que abrió las fronteras para ayudar al gran empresariado a bajar los salarios, y que su sucesor, que siguió beneficiando a los lobbies económicos a costa de l@s trabajador@s de cualquier raza, credo y procedencia. Esta España ostenta la soberbia de los ineptos y se permite arrugar el entrecejo cuando sus hij@s juegan con niños de otros colores, como si el blanco fuera una garantía de pureza, como si ser español fuera algo que abanderar con orgullo, y para evitarlo se venden al sobresfuerzo económico y a los adoctrinamientos de los colegios privados, subvencionados por los gobernantes.
Tod@s tenemos miedo. Y a tod@s nos faltan conocimientos. Y el trabajo siempre es duro. Pero el miedo no se supera con odio ni la incultura es una cualidad digna de encomio y, a no ser que seas favorecido por la fortuna, el dinero fácil no se consigue sin algún tipo de derramiento de sangre. El 22M de 2011 ganó la peor de las Españas posibles en un mundo que está degenerando, cerrando las fronteras y abriendo la veda al odio y a la explotación cada vez más indiscriminados, hasta lo más rastrero.