Hace exactamente cinco años publicaba en La Huella Digital este post que copio y pego por ser muy oportuno en estos días. Seguro que os suena aquella música celestial:
“Ayudas a tutiplé para alquilar viviendas, 2.500 euros por cada nuevo hijo, dentista gratis para los niños, 826 millones a mayores para Cataluña, desgravaciones fiscales hasta por toser… Estas son las primeras promesas a bombo y platillo que el Gobierno se saca de la chistera de la precampaña para dolor de cabeza y acidez de estómago del ministro de Economía, un hombre cuyo único carisma son los números. Como debe ser. Con una soltura pasmosa se promete el oro y el moro, se nos dice que estamos en la Champions League de las superpotencias mundiales sin desvelarnos de dónde va a salir semejante millonada de euros. Nos aseguran que hay superávit del PIB y que la economía española va como un tiro. Será para algunos. Porque si sale usted a la calle verá el pan y el cerdo por las nubes, el litro de leche a punto de igualar al de la gasolina, los pisos estancados en precios desorbitados e insultantes, el mercado de trabajo cuesta abajo, la cesta de la compra salida de madre… La terca realidad nos alerta de que estamos entrando en un cambio de ciclo económico y que llegan severos tiempos de apretarse el cinturón. Mientras los de a pie ya nos hemos dado cuenta de la que va a caer, los de arriba siguen flotando en su optimismo y autocomplacencia electoral. Malo sería que por captar unos miles de votos nuestros políticos –ojo, de cualquier bando– estén falsificando la economía prometiendo gastos imposibles que nuestro sistema no podría soportar en pocos años. Malo, malo”.
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