Es un ejercicio complejo acudir a ver lo último de Fincher sin tener presente la novela o la cinta original. Las diferencias enseguida saltan a la vista y sin sucumbir a dotes adivinatorias, todo apunta a que Larsson vería en la obra del americano aquellos pasajes que rondarían en su cabeza antes de plasmarlos en palabras. No es que la cinta de Opley no exprimiera las páginas de la novela, todo lo contrario, su talón de Aquiles residía en el mimetismo sobre la novela. La fidelidad al libro era tal que no se permitía el lujo de levantar la vista del texto. Imposible evitar las comparaciones aunque sean odiosas. A la cinta de Opley se le echaba en falta el ritmo que le ha impuesto Fincher y le sobraba metraje referente a la investigación. Ahora esos minutos de más son empleados en instantes donde la adrenalina es necesaria. La pasión que requería la original, Fincher nos la brinda de una forma brillante con unos efectivos planos donde la tensión hace mella en un espectador ya conocedor de la historia pero que se deja seducir como inexperto. A la técnica sobresaliente de la cinta hay que añadirle una banda sonora a la altura, guiando al espectador a una montaña rusa de sensaciones. Compuesta por Trent Renzor y Atticus Ross , que ya colaboraron con Fincher en La Red Social logrando un Globo de Oro y un Oscar.
Si Fincher lo tenía complicado de cara a las críticas por aventurarse en un proyecto ya visto, Rooney Mara más aún. Lisbeth Salander es un caramelo de personaje que Noomi Rapace ya supo aprovechar dotando a la cinta de su mejor baza. Era uno de los alicientes ver un nuevo rostro en la piel de Salander y aunque la sombra de Rapace es muy alargada, Mara brinda una interpretación soberbia, rica en matices y con una entrega brutal en la que la química con Craig es arrolladora.
Lo mejor: la alianza entre Fincher y Mara.Lo peor: que se la catalogue de "americanada" simplemente por haber llegado tarde.