La
mayoría de los pirómanos, como los que quizás incendiaron estos días las
montañas de O Pindo, A/La Coruña, uno de los lugares más hermosos de España, son
reincidentes que ya habían sido detenidos.
Son
delincuentes o enfermos que enseguida quedan en libertad para iniciar nuevos
fuegos.
Sin
embargo, sería muy fácil tenerlos localizados para saber cuándo y dónde incendian
nuevamente unos bosques, fundamentales para la vida humana y de las demás
especies.
En
Galicia hay un pirómano que provocó al menos 150 incendios forestales. Una vez
fue condenado a nueve meses de prisión. Al salir quedó libre para seguir
provocando más fuegos.
Podría
controlarse a estos sospechosos con las pulseras que se emplean para proteger a
las personas maltratadas, y que determinan por GPS la posición de sus agresores.
Las
pulseras intimidan al pirómano porque permiten saber dónde está cuando brota
un fuego: serían una prueba de cargo.
Pero
con las leyes hemos topado: la Constitución, en los Artículos 10 y siguientes,
garantiza la dignidad de las personas y su derecho a circular libremente y a no
ser sometidas a tratos vejatorios o intimidación.
El Artículo
25 de la Constitución es el único sobre medidas de seguridad, y sólo referidas
a una sentencia penal, además orientada a la reinserción del delincuente. Señala,
además, que la Administración no puede imponer sanciones privativas de libertad.
No hay
nada sobre medidas cautelares de cualquier Orden, (Civil, Penal y
Administrativo), aunque sus distintos Códigos elaborados después asignan
cautelares civiles, como el alejamiento, y administrativas, como el embargo.
Quizás
pudiera usarse algún vericueto para imponerle la pulsera al pirómano, aunque se
necesite una leve modificación civil o penal.
Las pulseras para los pirómanos podrían verse también como parte del tratamiento de lo que muchos psiquiatras llaman enfermedad.
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SALAS